ESPECIAL 23 DE ABRIL

Aragón y la energía, un matrimonio incombustible que cambió el negro por el verde

El primer parque eólico, en La Muela, entró en funcionamiento en 1994, mientras que la central térmica de Andorra puso punto y final al pingüe beneficio del carbón en 2020. En ese cuarto de siglo, la comunidad ha sabido reconvertirse para liderar la carrera de las renovables

Los molinos de viento del primer parque eólico instalado en Aragón, ubicado en LaMuela, que abrieron la puerta a las renovables.

Los molinos de viento del primer parque eólico instalado en Aragón, ubicado en LaMuela, que abrieron la puerta a las renovables. / Angel de Castro

Zaragoza

Hay que remontarse hasta el siglo XVIII. Fue entonces, con la primera Revolución Industrial bien entrada en canción, cuando Aragón y la energía contrajeron un matrimonio indisoluble que ha fecundado algunos de los mayores éxitos económicos de la comunidad. El enlace alumbró gigantes empresariales nacidos al calor del carbón (Samca o Minas y Ferrocarriles de Utrillas) y emblemáticas centrales térmicas (Andorra o Aliaga) que hicieron de las localidades que las albergaban los núcleos más ricos de la comunidad. Pero esa pujante economía basada en el color negro del lignito tenía los días contados: los combustibles fósiles estaban –y están- matando el planeta y las directrices europeas ordenaban sacrificios. Aragón, por supuesto, los pagó, pero siempre tuvo claro que su futuro pasaba por la energía. Así que cambió los recursos del subsuelo por el sol y el viento para convertirse en un líder en las tecnologías renovables para obtener electricidad a bajos precios, que han convertido a la comunidad en un pilar fundamental de la transición ecológica en España.

La puerta se abrió hace 30 años, cuando Endesa comenzó a operar en La Muela el primer parque eólico de la comunidad. Fue la instalación pionera, con unos aerogeneradores de 31 metros de alto dieron el pistoletazo de salida en el año 1994 a la pujante industria de las renovables. Ahora, esos molinos han crecido hasta superar los 160 metros de altura, como los que se instalarán en el Maestrazgo con el proyecto del fondo danés CIP, promovido en primera instancia por Forestalia, una de las grandes compañías aragonesas, como la propia Samca, o Atalaya, que han sabido aprovechar el tirón de las energías limpias. La lista es larga, porque a las empresas con raíces en el territorio se unen multinacionales como Repsol, Iberdrola, Ignis o Galp, entre muchas otras. 

Ahora, Aragón es la quinta autonomía en generación de energía renovable, la segunda si se habla de producción eólica, vector en el que solo es superada por Castilla y León. Suma una capacidad de 8.253 megavatios (MW) repartidos por el territorio, una potencia que prevé casi duplicar para el año 2030, cuando aspira a alcanzar una potencia instalada de 15.600 MW. Por ponerlo en contexto, es 13 veces más que lo que generaba la térmica de Andorra. Y a ese dato hay que agregar la incombustible producción hidroeléctrica, que suma 1.331 MW a la capacidad de energías limpias de la comunidad.

Mientras las energías renovables despegaban, la economía del carbón se apagaba lentamente. Y el 6 de junio de 2020, el cierre de la central térmica de Andorra puso punto y final a la dorada trayectoria asociada al carbón en la provincia turolense. Aunque la minería se había desangrado poquito a poco durante las últimas décadas, la clausura supuso un revés que no por esperado fue menos traumático. Allí, en el entorno de las Cuencas Mineras, las esperanzas se han depositado en la prometida transición justa, con el que se prometen generar 520 empleos directos, que se sumarán a otros 500 puestos de trabajo fijos incluidos en el plan de Endesa para generar con renovables la energía que antes se producía en el entorno de la central.

Sin embargo, la realidad no miente: cinco años después del cierre, la reconversión no apenas ha echado a andar, y en la villa minera y su entorno se teme que, cuando las promesas aterricen, no haya nada que recuperar. Aunque la térmica de Andorra era el corazón de este sector, hay otras centrales que todavía siguen en pie, como los tres ciclos combinados que se ubican en el entorno de Escatrón y Castelnou, explotadas por Ignis, Repsol y Engie. 

Inversiones y energía, pareja de hecho

No hay que olvidar que la energía es un vehículo de atracción empresarial. Y la esencia de la producción energética ha cambiado de forma radical. Durante largo tiempo, la electricidad que se producía en la comunidad servía para alimentar las necesidades de los industriales vascos y catalanes, que crecieron como los polos de mayor riqueza del país al calor de la actividad fabril. Y eso siempre ha generado un sentimiento de expolio que solo tiene una solución: generar un tejido productivo, frecuentemente asociado a las industrias electrointensivas, que permita consumir en el territorio la energía que se aquí se produce. 

Y así es como ha irrumpido una pujante actividad que quiere nutrirse de estos recursos: los centros de datos. Los gigantes tecnológicos han apostado fuerte por radicar en Aragón estos almacenes de información, y el Gobierno autonómico cree que son proyectos estratégicos que contribuirán a generar un ecosistema de innovación que suba a la comunidad a la última ola empresarial. Es de sobra conocido que la mano de obra en estas infraestructuras es muy reducida, pero teniendo en cuenta que van a consumir un enorme pedazo de la tarta energética de Aragón no queda otra que subirse sin reparos a las oportunidades que lleva consigo la ola tecnológica. Todas esas compañías que viven de la energía o promueven proyectos relacionados con ella han encontrado su refugio en el Clúster Aragonés de la Energía, Clenar.

Como contrapunto, el despliegue de los parques eólicos y solares ha levantado una fuerte contestación social en ciertos territorios, que consideran que no se debe sacrificar los paisajes a cualquier precio. Bajo el lema Renovables sí, pero no así, se ha exigido una mayor ordenación de los proyectos al entender que el aluvión de proyectos no cumplieron con los debidos trámites ambientales. Por este motivo se organizó una larga y densa comisión de investigación que, como suele ocurrir, arrojó pocas conclusiones sobre las gestión de este asunto. 

Así que una vez resuelto el asunto, se corrió un tupido velo a la polvareda política que se montó al calor de las elecciones de mayo de 2023, ya que no es ningún secreto que la energía barata, como la que producen las fuentes renovables, es una de las claves del aluvión inversor que ha logrado captar Aragón en los últimos años. Más allá del discurso político, las propias compañías reconocen por lo bajo la eficiencia económica que les repercute nutrirse de energías limpias de proximidad, bien mediante contratos de compraventa a largo plazo (PPA por sus siglas en inglés), bien mediante autoconsumo. 

La demolición de la chimenea de la central térmica de Andorra.

La demolición de la chimenea de la central térmica de Andorra. / Jaime Galindo

Y el que el autoabastecimiento también ha recibido un fuerte impulso en las industrias más tradicionales. Saica y la fábrica de Stellantis Figueruelas, entre muchas otras, se han lanzado a generar su propia energía tanto para cumplir con los compromisos climáticos como para minimizar la factura de la luz. De hecho, la ley de energía autonómica que trató de impulsar el Gobierno de Javier Lambán, judicializada por Moncloa, y que ahora ha recuperado el Ejecutivo de Azcón, busca, entre otras cosas, darle un empujón a ese autoconsumo. 

Aún hay más, porque Aragón ha abanderado la carrera del hidrógeno en todas sus formas. Desde hace 20 años, la comunidad trabaja a través de la iniciativa pública y privada en este combustible, tanto para usos industriales como para la movilidad. El plan energético de Aragón para el periodo 2024-2030 prevé la instalación de nueve plantas de producción de hidrógeno verde que suman una capacidad de casi 900 megavatios. Por el momento se han dado a conocer cuatro proyectos: Catalina (CIP y Enagás en Andorra), Alkeymia (Capital Energy en Caspe), H2 Pillar (Enagás y CEAR) y la planta de Ignis en La Zaida. Uno más hay que añadir: ese sorprendente hallazgo de una enorme bolsa de hidrógeno natural y helio que unos inversores estadounidenses, bajo la sociedad Helios Aragón, aseguran haber encontrado en el subsuelo de Monzón. 

Tracking Pixel Contents