El aragonés Jesús Moliné dio el testigo a León XIV en el Obispado de Chiclayo (Perú): "Tiene una mirada penetrante, es sencillo y bueno"

El veterano religioso, natural de La Puebla de Alfindén, recuerda para este diario la experiencia con su sucesor al frente de la iglesia de la localidad peruana

Robert Prevost (centro) y Jesús Moliné (derecha), durante el nombramiento del primero como obispo de Chiclayo.

Robert Prevost (centro) y Jesús Moliné (derecha), durante el nombramiento del primero como obispo de Chiclayo. / USAT

Sergio H. Valgañón

Sergio H. Valgañón

Zaragoza

No es habitual que un veterano sacerdote aragonés tenga el teléfono móvil desbordado. Hoy es un día de esos, ya que Jesús Moliné no deja de contestar a llamadas de conocidos, amigos y periodistas deseosos de saber cómo es una charla con Robert Prevost, desde ayer León XIV. El nuevo Papa y el cura nacido en La Puebla de Alfindén fueron obispos de Chiclayo. La ciudad peruana vio como Moliné dio el testigo a Prevost como líder de la Iglesia en la localidad.

Moliné atiende a este diario poco después de comer, tras haber finalizado la eucaristía en la iglesia de Santa Cruz. "Yo nombré a Robert Prevost", recuerda el veterano religioso aragonés, que asegura haber estado "en contacto" con el nuevo Papa desde hace tiempo. "Nos hemos ido viendo", cuenta Moliné, que recuerda el rostro de Prevost con "una mirada penetrante, pero siempre siendo un hombre sencillo y bueno".

El sacerdote zaragozano ve a Prevost como "una persona inteligente" y confía en que "sabrá dar los pasos necesarios y no se precipitará". "Espero que lo haga muy bien", desarrolla Moliné, que defiende que León XIV está "preparado" para asumir el cargo y potenciará "tender puentes y mantener diálogo" con agentes de todo tipo. Sobre su juventud, 69 años para el nuevo puesto que ostenta, Moliné cree que Prevost tendrá "mucha energía y capacidad de trabajo para lograr que todo vaya bien".

Analizando en profundidad la psicología del nuevo líder de la Iglesia, el antiguo obispo de Chiclayo lo ve como "un hombre espiritual y que ha recorrido todo el mundo", poniendo en valor sus años como misioneros "en países en vías de desarrollo". Las conversaciones ,mantenidas en la época en la que ambos convivieron en la ciudad peruana ya se han olvidado, prácticamente, pero siguen en esencia dentro de Moliné: "Hablábamos muchos sobre los laicos, sobre su capacidad para evangelizar, pero también sobre el papel que podía tener la Iglesia para que fueran capaces de desarrollarse en su vida personal y en sus trabajos".

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