Los embalses del Ebro absorben seis episodios de fuertes lluvias desde el otoño
La CHE ha maniobrado sobre todo en las presas pirenaicas para laminar las avenidas de agua que han amenazado la cuenca desde la dana de octubre

Maniobra de desembalse en la presa de El Grado. / CHE
Las fuertes lluvias del pasado fin de semana cogieron a los embalses del Ebro casi a rebosar. Ante la previsión de que los pantanos pudieran colmarse de agua, la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) decidió abrir compuertas en varios sistemas para laminar las avenidas y evitar males mayores aguas abajo. Fue el sexto evento meteorológico en siete meses que tuvo que gestionarse soltando agua (la dana del 29 de octubre y los sucesivos trenes de borrascas de principios de diciembre, finales de enero y mitad de marzo), lo que da buena cuenta del complejo año hidrológico con el que han tenido que lidiar los técnicos del organismo de gestión de cuenca, incluso habiendo comenzado ya la campaña de riegos.
Ahora mismo, las obras hidráulicas rozan el 90% de su capacidad con unas reservas de 6.900 hectómetros cúbicos de agua, lo que implica estar un 15% por encima de la media del último lustro. "Lo más destacado es que el mes de septiembre del año pasado, cuando lo normal es tener una tendencia decreciente de llenado de los embalses debido a que todavía no ha terminado la campaña de riego, ya había una tendencia ascendente. Ya que, aunque la campaña de riego estaba todavía activa, hubo bastantes precipitaciones en agosto y septiembre que consiguieron que se incrementaran las reservas", explica Mario Carreras, jefe de Explotación de la CHE.
Y todo ello después de un año y medio de sequía prolongada, lo que lleva al centro del debate la gestión del almacenamiento hidráulico. La planificación hidrológica del Ebro contempla alcanzar en el año 2027 una regulación del 60% (ahora es del 53%), un hito que se va a retrasar hasta que se pongan en funcionamiento los embalses de Yesa (recrecimiento), Almudévar, Mularroya, Santolea y San Pedro Manrique (en Soria), que acumulan varios retrasos. Los regantes piden embalses hiperanuales, es decir, que puedan almacenar agua más allá de un año vista, y nuevas obras como Biscarrués. Pero eso, según han manifestado en distintas ocasiones desde la CHE o el Ministerio de Transición Ecológica, no es viable, dado que se perderían todos los avances logrados para recuperar el buen estado ambiental del Ebro, algo que va en la línea de lo que exige Bruselas.
En el caso del pasado fin de semana, la Confederación programó una serie de desembalses controlados y de maniobras de explotación en los embalses de Yesa (río Aragón), Barasona (Ésera), en el sistema Grado-Mediano (Cinca) e Itoiz (que regula el río Irati). Por hacerse una idea, el sistema Grado-Mediano llegó a absorber un caudal máximo de 237 metros cúbicos por segundo (m³/s), mientras que alcanzó a evacuar a un ritmo de 140 m³/s en la madrugada del domingo. Yesa, por su parte, registró un caudal de entrada máximo de 150 m³/s; de salida marcó un tope de 100 m³/s. El caudal medio del Ebro a su paso por Zaragoza es de 461 metros cúbicos por segundo.
Solo hay que remontarse dos meses para encontrar el episodio precedente. Las borrascas Laurence y Martinho descargaron entre el 13 y el 20 de marzo importantes volúmenes de lluvia, lo que obligó a un desembalse continuado en el sistema El Grado–Mediano (absorbió caudales superiores a los 800 m3/s y salieron cerca de 200 m3/s) y Barasona (entraron 200 m3/s y salieron unos 100 m3/s). Según apuntan desde la CHE, la combinación de ambos ríos (Cinca y Ésera) hubiera provocado caudales en aviso naranja y provocar afecciones sin la actuación de los embalses.
La dana de marzo y la borrasca Jana
Los embalses ya estaban presionados por aquel entonces. Un tren de borrascas iniciado por la dana el 3 de marzo obligó a actuar primero en el eje de Teruel (crecieron el río Bergantes y el Matarraña) y después el temporal Jana forzó maniobras en toda la cuenca. Fue muy significativa la situación en la margen izquierda, dado que los regantes ya habían empezado la campaña y las demandas se volvieron a reducir, lo que permitió mantener las reservas. En ese episodio destacó el papel de los embalses en La Rioja, en la margen derecha. El pantano González Lacasa, en la cuenca del Iregua, alcanzó un porcentaje de llenado del 95%, y Pajares, aguas abajo, tuvo un caudal de entrada de casi 90 m3/s y se llenó al final del episodio.
Sin embargo, hay que remontarse a finales del mes de octubre para entender por qué los embalses han estado prácticamente llenos desde el otoño. Las lluvias que propició la dana (depresión aislada en niveles aislados) que azotó de forma catastrófica Valencia obligó también a maniobrar en las presas de Aragón, sobre todo en las que regulan el Alto Jalón, Guadalope, Matarraña y el Bajo Ebro. Los embalses de Cueva Foradada y Pena (Teruel) fueron relevantes para que no se produjeran daños por avenida, mientras que Las Torcas, que regula el Huerva, permitió laminar el caudal de los 50 m3/s que registraba en la entrada al pantano a menos de la mitad (22 m3/s) cuando llegó a Zaragoza, lo que evitó afecciones. En el embalse de Calanda, el evento implicó pasar de 10hm3 a 45 hm3 de llenado en apenas dos días.
El quinto episodio que obligó a maniobrar en varias presas ocurrió durante el puente de la Constitución. La borrasca Dorothea provocó una crecida del Ebro e incluso se llegó a activar el aviso naranja antes de su paso por Castejón. El caudal del Ebro en la estación de aforo superó los 1.600 m3/s, lo que no generó afecciones, aunque los embalses de Itoiz y Yesa absorbieron buena parte de la crecida.
A finales de enero, la borrasca Ivo volvió a golpear el entorno de la cuenca. En este episodio, se puede destacar el trabajo que se hizo en el embalse de Eugi, desembalsando los días previos a las lluvias para evitar daños en la ciudad de Pamplona.
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