Dos monjas gemelas y un siglo de vida: "En 100 años hay muchos momentos de flaqueza"

Las hermanas Teresa y Carmen, ambas religiosas de las Escuelas Pías, serán centenarias el próximo 25 de mayo

Teresa y Carmen, dos gemelas centenarias que han dedicado su vida a la Iglesia.

Teresa y Carmen, dos gemelas centenarias que han dedicado su vida a la Iglesia. / Servicio Especial

Zaragoza

Con su cofia gris cubriéndole la cabeza, sale a recibir a la entrada del colegio Escuelas Pías del paseo Ruiseñores de Zaragoza. A sus noventa y nueve años, Teresa Sesma Biarge camina ligera. Se dirige a una sala donde, apoyada en un andador, espera su hermana gemela, Carmen. También ella viste su hábito gris y sonríe. El 25 de mayo cumplirán un siglo de vida, al que llegan con una impecable memoria. Hoy, echan la vista atrás y reflexionan sobre la que ha sido -y es- una larga historia de vida religiosa. «En 100 años hay muchos momentos de flaqueza, muchos momentos de todo», señala Teresa en nombre de las dos. Y especifica: «La debilidad se muestra en muchas ocasiones, como es lógico, porque somos humanas. Y todos tenemos defectos e imperfecciones. De una manera o de otra, siempre se presenta la cruz en algún momento». 

La historia de las Sesma es la de dos hermanas que escogieron la vida consagrada y que siguieron caminos paralelos pero independientes. Carmen fue la que, en 1942, dio el primer paso. «Cuando le pedí permiso a mi padre para ser religiosa tendría unos 17 años, y creo que por eso me hizo esperar un año», recuerda, y comparte que para él no fue fácil saber que una de sus hijas sentía la llamada del Señor. «Teníamos la costumbre de que mi padre nos llevara al teatro todos los domingos, y yo rompí con todo eso», explica. Levanta la vista y sus ojos, ya cristalinos, anuncian una mirada cargada de verdad. 

«Mi padre no me había negado la entrada en la vida religiosa, sino que me había prolongado la espera. Así que mi madre fue preparando las cosas y a mí también», cuenta. El 7 de junio de 1943, y después de haber cumplido 18 años en mayo, se inició en la vida religiosa. «Me fui de casa normal, como quien se va al colegio. Ni siquiera me acompañó mi hermana Teresa. Me presentaron a la Virgen y a la Madre Provincial en el colegio Calasanz», señala. 

Mientras tanto, su hermana gemela, Teresa, trataba de seguir su vida con normalidad. «Cuando entró Carmen yo tenía vocación, y antes también. Por eso le metí prisa, porque sabía que a las dos a la vez no nos iban a dejar entrar», expresa. Así, ella comenzó a estudiar Matemáticas en la Universidad de Zaragoza, donde cursó hasta 3º. Aquel año, dice, algo cambió: «Los dos primeros cursos tenía vocación, pero no tenía prisa. Llevaba una vida normal, sencilla, de acción católica. Pero cuando iba a cumplir 21 años sentí una fuerza interior muy grande que me decía que ese era el momento oportuno».

Rechazo inicial

La vocación de Teresa llegó a oídos de su padre, quien desde el primer momento rechazó la idea. «Aquel año, el día de mi cumpleaños, no me felicitó nadie más que Pilarín, mi hermana mayor», recuerda. Pero ella no podía ignorar lo que sentía, así que se marchó de casa sin avisar. «No le pedí permiso a mi padre porque no me lo iba a dar», afirma. El 7 de junio de 1946 –la entrada estaba fijada el mismo día cada año- se fue para no volver. «Estaba de exámenes en la universidad y ese día tenía uno. Me levanté pronto y nadie sospechó. Me desprendí de todo lo que llevaba, dejé mis cosas en una bandejita y me fui a la misa del colegio Calasanz. Allí me recibió con mucho cariño la Madre Provincial. Ella me dijo que debía llamar por teléfono a mi casa, y lo hice. Lo cogió Paca, que atendía mi casa, y colgó para no meterse en ningún lío».

Así, fue su hermana mayor, Pilar, la que, cuando vio la bandeja con sus pertenencias, dio el aviso al resto de la familia. «Después me contaron que mi padre llegó de la tienda a casa y dijo que no se sentaría a comer hasta que yo volviera. Mi madre le dijo entonces que no comería, porque yo no iba a volver», apunta Teresa. Según expresa, su padre era una persona «muy sensible» y la pena de haber «perdido» a dos de sus hijas se apoderó de él. 

Teresa se inició así en la vida religiosa y, mientras mantenía el contacto con su hermana Carmen e intercambiaba cartas con su madre no sabía nada de su padre. En el verano de 1946 se marchó a hacer el noviciado a Andéraz (Navarra). «Estábamos ensayando unos cantos para misa y me avisaron de que tenía visita. Sorprendida, salí y vi a mi madre y a un matrimonio muy amigo de mi familia. Mi padre estaba sentado en unas escalerillas más abajo y yo, en lugar de ir hacia donde estaban todos, fui corriendo hacia mi padre. Nos dimos un abrazo fuerte y se olvidó todo». Después supo que los cuatro adultos estaban de viaje cuando quien conducía avisó de que, si se desviaban ligeramente, pasaban por Andéraz. El padre de Teresa no respondió y el amigo tomó la decisión. 

80 años como religiosas

Las hermanas Sesma se mantuvieron firmes y siguieron un camino que recorren desde hace cerca de 80 años. Y si hay un momento que Carmen recuerda con especial cariño fue el Concilio Vaticano II, la reunión número 21 de obispos católicos que convocó el papa Juan XXIII para actualizar la Iglesia. «Para mí fue… No lo sé explicar, como salir a la paz», señala. Y añade: «Siempre hemos ido identificándonos con la época que nos ha tocado vivir, y en ese sentido hemos recibido mucha formación. Siempre hemos ido hacia adelante, y la esencia y la raíz, que es lo fundamental, permanece». A su lado, Teresa asiente. Desde hace un año, tiene WhatsApp en el móvil y lo usa con normalidad, como así hizo para concretar este encuentro. «Lo consulto con mi hermana y te mando un mensaje con la hora», dijo por teléfono. 

En 1977, Carmen se marchó a Roma, donde fue consejera general y estudió Derecho Canónico. «Es otra de las cosas que más me influyó en mi vida, la estancia en Roma. Descubrí la Iglesia Universal», comparte. Unos años más tarde, en 1983, su hermana Teresa fue elegida Superior General de la Orden Escolapia y reelegida a los seis años. Lo que ella recuerda con especial cariño, como también lo hace Carmen, fue su tiempo como profesora en el colegio Escolapias. «Era una vida en equipo. Recuerdo mis primeras clases y mis primeras alumnas con un gozo…», dice Teresa con nostalgia. No llegaron a tener alumnos varones.

Teresa menciona otros momentos que la han enriquecido, como su tiempo como visitadora de monjas de clausura, y otros más agrios. «No llegué a tiempo al último momento de nuestra hermana Pilar. Yo iba a Zaragoza por la tarde y murió al mediodía», recuerda. Con todo, confiesa que nunca se ha arrepentido de haber escogido la vida religiosa. «A veces notas tu fragilidad, y dices, Señor, ¿qué hago aquí?», afirma.

Las hermanas ponen el foco en el ahora y expresan que «tenemos que ir todos juntos». Por eso, para ella el nuevo Papa debe «ser un buen pastor y estar abierto al mundo». Así lo hizo su antecesor, del que tienen un recuerdo muy positivo. 

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