Trasplantado dos veces de médula ósea: "La espera era un sinvivir"

Hernando Santiago Ortín, diagnosticado de Leucemia, recibió un trasplante de su hermana en 2022, pero a los once meses la enfermedad reapareció. Fue entonces su hijo quien dio un paso al frente para salvar la vida de su padre

María José y Hernando Santiago Ortín, en las puertas del centro Joaquín Roncal este miércoles.

María José y Hernando Santiago Ortín, en las puertas del centro Joaquín Roncal este miércoles. / Servicio Especial

Zaragoza

En seguida María José percibió que algo había cambiado en su marido. "Llevaba días diciéndole que tenía mal color, muy amarillento", recuerda. No se equivocaba. Después de postergarlo durante días, Hernando Santiago Ortín se hizo la analítica que le reveló lo que sucedía. "A las dos horas, nos llamaron porque teníamos que ir al hospital Miguel Servet, y de ahí ya no salió. Lo ingresaron", cuenta ella. Han pasado algo más de dos años desde aquel noviembre de 2022 en el que a Ortín le diagnosticaron leucemia, y hoy, Día Nacional del Donante de Órganos y Tejidos, agradece a todos aquellos que le han permitido salir adelante: su familia, los profesionales sanitarios y los donantes.

Ortín retrocede en el tiempo y comparte cómo ha vivido este "duro" camino en el que, siempre acompañado de su mujer, la enfermedad le ha dado poca tregua. "Me han hecho dos trasplantes", cuenta. El primero se lo hizo su hermana, aunque el proceso hasta llegar ahí fue, según cuenta su mujer, largo: "Fueron dos meses la primera fase, otros dos meses, sin salir de ahí (el Servet), la segunda, dos meses el trasplante...".

Y es que, explica Ortín, él tuvo que esperar un par de meses para recibir su trasplante porque no había habitación en el hospital para poder hacérselo. "Eso es terrible, súper terrible. Estás esperando y puede aparecer la enfermedad en cualquier momento...", señala, y añade: "Era un sinvivir". Su mujer cuenta que, según les han indicado los profesionales sanitarios, es posible que en esa "larga espera" la enfermedad se reprodujese. Ambos remarcan la esencial labor que realizaron los profesionales sanitarios, y denuncian la falta de instalaciones para atender a estos pacientes.

Finalmente, a Ortín le realizaron el trasplante de su hermana, con la que tenía un 100% de compatibilidad. "Se la hicieron vía sangre. Le pusieron un catéter porque sus venas no eran lo suficientemente gordas", explica.

Pero, a los once meses, reapareció la leucemia. Quien entonces dio un paso adelante fue su hijo, que por aquel octubre de 2024 tenía entre 24 o 25 años y no dudó en donarle médula a su padre, con el que tenía una compatibilidad del 50%. En este caso, detalla Ortín, al joven se la extrajeron "del hueso". "Le costó recuperarse, le causó dolor... Es dolor, para él fue duro", señala. Con todo, añade su mujer, "darle la vida a su padre" también le generó "mucha satisfacción".

Ortín está profundamente agradecido a su hermana e hijo por darle esa "segunda oportunidad" para vivir. Y también lo está a su mujer, que ha sido -y es- su fiel compañera durante todo este camino. "Yo me encerré con él en el hospital durante los primeros seis meses. Me llevé el pijama y dormía ahí con él. No recibía visitas, solo veíamos a los médicos", cuenta.

Además de a sus seres queridos, Ortín también hace referencia a la labor de los profesionales sanitarios -"el cariño que te dan, lo humanos que son... Sales de ahí que parece que estás en el cielo", dice- , a los donantes de médula y también a los de sangre. "A mí me habrán puesto 500 bolsas de sangre y, de plaquetas, 300", estima. "Igual te quedas corto", matiza su mujer. "Es una gratitud", subraya Ortín que, en referencia a todos los que le han permitido avanzar, dice: "Gracias a ellos estoy aquí".

La pareja continúa su camino por este complicado proceso, y lo hacen juntos porque son entre quienes mejor se comprenden. "Los amigos no lo entienden porque no saben lo que hay dentro", señala Ortín, que explica que aunque el entorno empatice nunca es lo mismo que vivirlo. Con quien también se entienden bien es con Rocío y su marido, que se encuentran en la misma situación que ellos y con los que pueden hablar con naturalidad sobre estos temas. La pareja se mira y, sin pronunciar palabra, se da las gracias.

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