Marisancho Menjón: "Si los murales de Sijena están mal para trasladarlos habrá que restaurarlos antes"

La que fuera directora general de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón durante la etapa de Javier Lambán publica ‘El grupo de Roda’, una novela sobre la protección del arte aragonés durante la guerra civil

La historiadora Marisancho Menjón, esta semana en Zaragoza.MENJON

La historiadora Marisancho Menjón, esta semana en Zaragoza.MENJON / JOSEMA MOLINA

David Chic

David Chic

ZARAGOZA

¿Por qué ha decidido contar la historia del grupo de Roda y otras iniciativas de salvamento del arte en la guerra civil?

El salvamento del arte en Aragón durante la guerra no es un tema demasiado conocido, pues hasta hace veinte años no ha recibido un estudio en profundidad y académico. Y aún falta una investigación seria y completa sobre lo que pasó en Aragón. La comunidad estaba entre los dos bandos, dividida en dos de arriba a abajo, y entre administraciones diferentes. 

Los personajes muestran desde el primer momento su preocupación sobre el destino final de los traslados del arte. 

Queda mucho arte por devolver de la época de la guerra. Cuando terminó el conflicto muchas piezas quedaron en los depósitos de los museos. En todas partes hay retablos que no se han devuelto. De hecho, se realizaron exposiciones de arte salvado de la furia roja, como las llamaban, para que los propietarios vieran lo que había y se pudiera restablecer. Pero en muchos casos no se hizo nada. Y cuando había piezas de gran categoría la propia estructura franquista no era favorable a que volviera a sus pueblos de origen. 

La figura de Josep Gudiol está muy presente en la novela. ¿Salvó el arte o era un expoliador? 

Realmente estaba haciendo las dos cosas a la vez. Gudiol aprendió a arrancar pinturas murales con uno de los italianos que arrancó las pinturas románicas del valle del Bohí. Por aquel entonces era un procedimiento habitual el ofrecer a un obispo o una comunidad religiosa el recuperar pinturas que estaban degradadas o cubiertas por retablos para el museo diocesano a cambio de quedarse unos fragmentos. En el caso de Sijena se actuó con este planteamiento. Pero es verdad que fue una operación de salvamento puesto que si no se hubieran sacado muy probablemente se hubieran destruido en pocos meses porque se había quedado sin techo. Además con la guerra no se sabe qué hubiera pasado. El asunto se convierte en un expolio cuando, sin más ni más, sin contar con autoridades o con las dueñas, se decide que esas pinturas se quedan en Barcelona. 

La destrucción previa del convento sigue sin estar aclarada. En la novela introduce a un «hijo del pueblo» como parte activa.

En Villanueva siempre se ha dicho que fueron anarquistas venidos de fuera. Fueron columnas de las milicias catalanas, pero no es algo que deba tomarse como un ataque. Y tampoco considerar que el incendio vino de gente del pueblo usando como argumento el espantajo de la Causa General. Y eso no quiere decir que no hubiera gente del pueblo participando. La violencia en ese verano caliente responde a un mismo patrón: los de fuera llegaban con armas que no tenía la gente del pueblo y con su ayuda hacían las destrucciones. 

El arte tuvo poca tranquilidad. 

Las cajas estuvieron dos o tres años de aquí para allá. Y con la sensación por parte de todas aquellas personas de que la precipitación y la urgencia por rescatar determinados monumentos hacía que se olvidaran otros enclaves. Pasó igual en Aragón como en Cataluña. De los pueblos las piezas fueron a Barcelona o a Lérida. Luego fueron a Olot donde se llegaron a acumular un millón de piezas, todo inventariado. Luego las obras más llamativas fueron a una exposición a París. Y a partir de la primavera del 38 mucho del material se llevó a masías del Ampurdán, donde tenían la ventaja de estar aisladas. Otra parte de las piezas también fueron a Valencia. Y todo eso a primeros de febrero del 39 salió a Ginebra. Por eso digo que esto parece una road movie.

El regreso, la posguerra y los robos también fueron capitales en su dispersión.

Se tiene una imagen del patrimonio como algo estático que es muy alejada de la realidad.  

¿Qué pasará con la sentencia que obliga a devolver los murales de Sijena? 

Creo que prevalecerá la razón. Oponerse a una sentencia del Tribunal Supremo sería muy fuerte. Se dice desde determinados ámbitos vinculado al museo que los guarda que no se tiene en cuenta el estado de las pinturas. Pero bueno, este estado tendrá que analizarse por parte de los técnicos. Y si están tan mal que se van a pulverizar, pues habrá que restaurarlas antes de trasladarlas. Eso no invalida la sentencia. Y eso nos tendrá que llevar a preguntarnos el por qué están en ese mal estado en un museo de referencia. 

Realiza mucha divulgación en redes a pesar de la crispación. 

Cuando yo entro a discutir o a rebatir en las redes sociales no lo hago con intención de convencer al que contesto porque sé que es imposible. Lo hago con intención de que si hay alguien que entra a leer sobre estas cuestiones tenga también los argumentos de la parte aragonesa. El patrimonio y el arte son cuestiones muy identitarias y, a veces, no se atienden a los argumentos profundos, y eso es normal cuando se habla de un espacio de tanta relevancia como Sijena.

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