El trabajo social a pie de catástrofe: "A la gente le quita mucha presión poder contar lo que acaba de vivir"

Juana Gázquez, Maribel López y Arturo Román comparten con este diario las actuaciones que desarrollaron en el terremoto de Lorca, en el 11M y en el accidente de autobús de Tarragona

Arturo Román, Maribel López y Juana Gázquez, este jueves en el Patio de la Infanta de Zaragoza.

Arturo Román, Maribel López y Juana Gázquez, este jueves en el Patio de la Infanta de Zaragoza. / Josema Molina

Zaragoza

Hay quien llora, hay quien se expresa y hay quien prefiere que no le molesten. Para los primeros, para los segundos y también para todos los demás están los trabajadores sociales, que son esenciales en el día a día y que juegan un papel clave en las emergencias. Se desprende así de los gestos y las palabras que comparten con este diario Juana Gázquez, Maribel López y Arturo Román, tres profesionales que desempeñaron su trabajo en el terremoto en Lorca (Murcia) de 2011, el atentado del 11M y el accidente de autobús en Freginals (Tarragona) que acabó con la vida de 13 estudiantes en 2016. Este jueves se han reunido, junto a otros compañeros de profesión, en el Patio de la Infanta de Zaragoza para celebrar el XX Aniversario del Grupo de Intervención Social en Grandes Emergencias.

Gázquez retrocede a aquel 11 de mayo de 2011 en el que un terremoto hizo temblar la localidad murciana de Lorca y provocó la muerte de nueve personas, además de cientos de heridos y grandes daños en las infraestructuras. Al día siguiente, ahí estaban los trabajadores sociales. "Al principio nos pusieron una serie de sillas donde recibir a las personas, pero nosotros dijimos que no, que nosotros íbamos al campamento con la gente, a hablar con ellos, a preguntarles qué les había pasado", señala.

Juana Gázquez, trabajadora social que actuó en el terremoto de Murcia, este jueves en Zaragoza.

Juana Gázquez, trabajadora social que actuó en el terremoto de Murcia, este jueves en Zaragoza. / Josema Molina

La murciana explica que, para atender a quienes habían sufrido daños en sus hogares, se activó el albergue y se montó un campamento. Allí empezaron a trabajar "buscando, sobre todo, a personas mayores, a gente sola, a discapacitados", dice. La población más vulnerable fue su prioridad. "Luego ya fuimos cambiando un poco las funciones que íbamos desarrollando, en función de la evolución de la emergencia", señala. Sus compañeros de profesión la escuchan atentos. Gázquez añade: "A la gente le quita mucha presión poder contar lo que acaba de vivir". López y Román asienten.

Según cuenta la profesional, fueron los propios trabajadores sociales los que se auto-activaron de forma voluntaria para ayudar. "Nos presentamos en la puerta del centro de servicios sociales. Éramos unos 20 entre nosotros y los psicólogos. Allí estaban los periodistas, el puesto de mando avanzado, Cruz Roja...", señala. Gázquez relata que "cuando la emergencia pasó a ser de otro tipo de actuaciones, los Cuerpos de Seguridad, el 112 y la UME se marcharon". Y el trabajo social, apunta, se mantuvo: "Nos quedamos los trabajadores sociales, con la población y con el tema de la vivienda, la reconstrucción y las ayudas".

Lo más importante en estas situaciones es "no crear caos al caos". Lo afirma Román desde la experiencia -"Desde 2001 he estado en todas las catástrofes, excepto Lorca", dice- y ahonda en la cuestión: "Es importante seguir las directrices y estar cuando te digan que tienes que estar, porque tú tienes tu visión, pero el que está gestionando la emergencia tiene la suya. A veces puedes producir un aumento del caos".

Román se remonta a aquel marzo de 2016 en el que fallecieron 13 estudiantes de Erasmus en un accidente de un bus. "Eran universitarios de todos los países", contextualiza para explicar que "el proceso se alargó en el tiempo". "Tuvimos que esperar a que viniesen las familias y estaba la dificultad de trabajar en tiempos diferentes entre los que eran de aquí, que era algo más rápido para hacer las pruebas necesarias, y los que no. Había que trabajar con los consulados, ir a los domicilios a buscar las pertenencias, gestionar el traslado...", desarrolla.

Arturo Román, trabajador social que actuó en el accidente de Freginals, este jueves en Zaragoza.

Arturo Román, trabajador social que actuó en el accidente de Freginals, este jueves en Zaragoza. / Josema Molina

Además, señala, eran personas con "diferentes contextos socioculturales". "Un sábado por la tarde tuvimos que ir a buscar un vestido de novia porque los familiares la querían enterrar así, por su cultura o por lo que sea", relata. Pero es "para eso", dice, para lo que están "ahí". "Estamos como los taxis, con una luz verde arriba, a disposición de la persona que quiera y para ir a su velocidad", indica, y señala que también ayudaron "al pobre hombre del hotel en el que se iba a quedar la gente a gestionar las habitaciones, de tal manera que asegurásemos el acogimiento de las familias", añade.

Porque las situaciones de emergencia son eso, emergencias. Las víctimas no responden a un perfil determinado, ni comparten la misma forma de actuar. Pero eso, remarca López, es el "día a día" de los trabajadores sociales. "A los centros viene cualquier tipo de gente a explicarte que su madre se ha perdido, que le están maltratando, etc. A diario recibes emergencias individuales y situaciones de crisis", cuenta. Ello les da las "habilidades" que después aplican en las situaciones de catástrofe. En su caso, en el 11M.

TRABAJADORES SOCIALES DE EMERGENCIAS

Maribel López, trabajadora social que actuó en el 11M, este jueves en Zaragoza. / Josema Molina

"Yo estaba en la Oficina Municipal y ahí hicimos de puente para los casos de indemnizaciones a los fallecidos y lesionados, nacionalizaciones de la población inmigrante, etc. Era muy complejo", comparte López. Lo que también hicieron fue "apostar" por "los otros casos". "Recuerdo un chico, que creo que era rumano, que no era un herido pero que había estado ayudando a sacar a todo el mundo de los trenes. Salía en todas las fotos, pero él no estaba herido y necesitaba ayuda", expresa.

Y a todas estas personas se entregan de forma dedicada pero también con profesionalidad y cuidado, porque también ellos, los trabajadores sociales, hay veces que necesitan llorar. "Lo importante es que puedas contener la emoción para no dejar de ser útil y luego tienes que garantizar, y es muy importante, que haya espacios estructurados donde puedas hacer ese vaciamiento emocional", sostiene Román. También existe "la responsabilidad de revisar cómo está el equipo" porque, recuerda, también se ha de "cuidar al cuidador". Como siempre, hay quien llora, hay quien se expresa y hay quien prefiere que no le molesten.

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