Atrapadas en el centro de salud de Azuara: "Pensábamos que había llegado nuestro momento"

Pilar Solsona y Nadia Ibrahim son la médica y la enfermera que se quedaron encerradas en su puesto de trabajo por las fuertes tormentas. Después de un fin de semana de guardia en Belchite, ambas rememoran la «angustia» que sufrieron

El centro de salud de Azuara, lleno de escombros y de barro tras las fuertes tormentas del viernes.

El centro de salud de Azuara, lleno de escombros y de barro tras las fuertes tormentas del viernes. / Gobierno de Aragón

Zaragoza

El que parecía un viernes más terminó por ser un día «raro, muy raro». Dos días después, Pilar Solsona y Nadia Ibrahim se paran a pensar y, en voz alta, reflexionan: «Como no hemos estado a solas en casa, igual no hemos digerido lo que pasó». Son la médica y la enfermera de Azuara que la noche de las tormentas se quedaron atrapadas en el centro de salud. Ambas han estado de guardia el fin de semana en Belchite, donde han atendido a pacientes de las localidades afectadas. «Creo que la consulta de acompañamiento por lo vivido vendrá a partir de ahora», opina Nadia. Pilar está de acuerdo.

Ambas han pasado juntas sábado y domingo, y juntas rememoran a este diario cómo vivieron las inundaciones. «Las dos estábamos en el centro de salud. El alcalde había venido 30 minutos antes para decirnos que bajaba fuerte el barranco de La Val y que moviéramos los coches porque otras veces que ha bajado el agua se los ha llevado», recuerda Pilar. Calculan que por entonces serían las 22.10 horas.

A su regreso, Pilar decidió mover también el coche del centro de salud. «Abrí el garaje y la puerta se quedó atrancada. De pronto vi como venía un torrente de agua hacia mí y salí pitando», explica. Subió todo lo rápido que pudo al piso de arriba. «El agua creció dos metros en cuestión de segundos. No me pilló por los pelos», señala.

Por su cabeza solo pasaba un pensamiento: Nadia. «Hacía tres segundos la había visto meterse en la consulta, que está en la planta de abajo. Aun así, yo la buscaba desesperada por el piso de arriba, pero sabía que estaba abajo y que no podía entrar a por ella», cuenta. La sensación, subraya, era de «angustia». «Era ese tengo que entrar, no puedo entrar, tengo que entrar, no puedo entrar», recuerda.

Mientras, Nadia trataba de salvarse la vida. «Me pilló en la parte de abajo del centro de salud, que era una zona de cristaleras. El agua las rompió y entró con muchísima fuerza, y yo me quedé atrapada», indica. El agua llegaba hasta el techo y, subraya, «no podía ni salir ni gritar». Entonces, la enfermera empezó golpear el doble techo, que terminó por romperse. «Gracias a eso pude agarrarme a una tubería y ahí estuve aguantando», apunta, y explica que solo tenía 20 centímetros para respirar: «Si hubiera subido más, me habría ahogado».

Médica y enfermera estuvieron tres horas atrapadas en el centro de salud, tiempo en el que Nadia pasó por distintas fases. «Primero fue un ‘Dios mío que está pasando, qué es esto’. Luego vi que estaba sola, que no podía salir de ahí y que me iba a ir -explica-. Luego, la situación fue cambiando. De repente un muro se vino abajo y el agua pudo fluir. Empezó a bajar el nivel y me tranquilicé». Fue entonces cuando empezó a golpear el cristal porque, subraya, «hasta entonces daba igual que gritara porque no hacía ruido».

Con la bajada del agua, los Bomberos pudieron acudir a rescatarlas a las dos. Pilar cuenta que primero fueron a por ella, que «estaba subida en el alféizar de la ventana y vigilando por si el agua volvía a subir». «Al ver al bombero, entré al centro de salud y me rescataron en una lancha a mí, al alcalde y a otro vecino que estaban en el tejado de al lado», comparte. Luego acudieron a por Nadia, y ella relata cómo fue: «Fui saliendo sujeta a una cuerda hasta la lancha, y de ahí fui a la otra orilla».

Pilar y Nadia, que son de Zaragoza y acuden cada día a Azuara para atender a los pacientes, pasaron esa noche en la casa del alcalde. Ambas cuentan que se han sentido muy «arropadas» por la gente del pueblo. «Las vecinas nos acogieron enseguida, nos dejaron ducharnos porque estábamos caladicas y llenas de barro y nos dieron ropa limpia», explica Pilar.

Aquella noche no pudieron dormir «de la adrenalina», cuenta Pilar. «Cuando yo pensaba que Nadia estaba dentro, y esa angustia de no poder salir de ahí... Y luego verla viva y entera y pensar que había sucedido tal milagro...», reflexiona. «Estas cosas ni te las imaginas», agrega. Como la mayoría de vecinos, pensaron que ese era el final. «Todos nos despedimos porque pensábamos que había llegado nuestro momento», dice Nadia.

Ahora, sanas y salvas, esperan que todo vuelva a la normalidad «cuanto antes» y que en Azuara «se abra un consultorio para la población». 

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