La catedral de la energía hidroeléctrica está en el Pirineo aragonés

El salto ubicado en el corazón de la Ribagorza comenzó a turbinar en el año 1918 para alimentar las necesidades energéticas de la industrial textil barcelonesa. Más de 2.300 trabajadores se instalaron allí para construir la instalación, que genera hoy tanta luz como la que consumen 23.000 hogares

Las carcasas de las turbinas son las originales, por lo que atesoran más de un siglo de vida.

Las carcasas de las turbinas son las originales, por lo que atesoran más de un siglo de vida. / Endesa

Seira

Hace más de cien años, 2.300 trabajadores llegaron a la localidad pirenaica de Seira con la misión de levantar de la nada una central hidroeléctrica. La intrincada empresa de construir, con los medios de la época, el primer salto hidroeléctrico del Pirineo, hace de la central de El Run (o Seira) un hito de la ingeniería civil que cambió por completo la vida del municipio ribagorzano que le concede su nombre.

La catedral de estas centrales –que aprovechan el movimiento del agua para turbinar y generar electricidad– funciona aún a día de hoy como una de los 44 saltos que tiene en su poder Endesa después de la operación de compra que la eléctrica del grupo Enel ha ejecutado sobre 32 activos de Acciona. Sin embargo, Seira es especial: en su interior alberga un valiosísimo tesoro patrimonial que ha conservado desde sus orígenes, con tres turbinas Francis bajo las cubiertas con las que se inauguró hace más de un siglo.

La instalación se empezó a construir en el año 1912, con la previsión de acabarla en tres años, pero el desarrollo de la I Guerra Mundial retrasó los planes por, entre otras cosas, el encarecimiento de los materiales como el acero. «Algunos intrépidos empezaron a pensar en concesiones hidráulicas para generar luz y alimentar la industria textil de Barcelona», explica Sergio Capuj, responsable de la unidad territorial hidroeléctrica de Endesa en Aragón.

Así, pasito a pasito, comenzó la construcción de esta infraestructura de generación renovable en un lugar de difícil acceso, donde la población se dedicaba a la agricultura y la ganadería. Para levantarla incluso tuvo que habilitarse un pueblo de colonización para dar cobijo a los cerca de 2.300 operarios que montaron el salto. La tubería se trajo de Suiza, con un acero que cruzaba por Francia y que se descargó en la estación de Barbastro, desde donde se transportó en mulas hasta el corazón de la Ribagorza.

La central se finalizó en 1918, no sin antes afrontar una complejísima obra de ingeniería civil que incluyó la excavación de un túnel de ocho kilómetros para conducir el agua hasta la central, un tendido de cuatro kilómetros de vía para atravesar el congosto de Ventamillo, la cimentación de la presa de Villanova con cajones de aire comprimido y, por fin, el ensamblaje de la doble tubería que salva un desnivel de 146 metros.

El 6 de agosto de hace hoy 107 años se logró acoplar la máquina. Y desde entonces han funcionado de forma ininterrumpida las tres turbinas que entonces se pusieron en marcha, lo que demuestra la tecnología puntera que ya se manejaba en la época con respecto a la energía hidroeléctrica. En el año 1996 sí que se hizo una ampliación de la potencia, por lo que ahora suma una potencia instalada de 37 megavatios que producen unos 80 gigavatios hora de producción, lo que equivale a un suministro para 20.000 hogares.

Un operario de la central.

Un operario de la central. / Endesa

«Es un museo de la electricidad en funcionamiento, la catedral de las centrales que tenemos en el Pirineo. Parece un palacio vienés, ya que se conservó toda la instrumentación de la época, como las carcasas», apunta Sergio Capuj, que explicó a un grupo de periodistas la historia de la central en una visita organizada por Endesa.

En el año 2011, la central entró en el listado del patrimonio industrial español, compartiendo escenario con la factoría de la fundición Averly, la fábrica de cervezas La Zaragozana, la Electrometalúrgica del Ebro de Sástago, la fábrica Harinas Polo de Villanueva de Gállego, la de cementos Portland de Morata de Jalón y la de Giesa, en Zaragoza. También se incluye,en Teruel, el entorno minero de Val de Ariño. 

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