Azuara, Letux y los pueblos inundados se sacuden el barro y empiezan a ver la luz
La UME se suma a las labores de recuperación mientras el asfalto le gana la batalla al lodo en las calles. Recuperar el abastecimiento de agua es la prioridad este martes

En imágenes | La UME ya trabaja en los pueblos aragoneses afectados por las tormentas / MIGUEL ÁNGEL GRACIA
Virginia Carrera Tello asegura que el inhóspito lugar del que saca las últimas paladas de barro era una casa. Vacío el zaguán; expedito el baño; sin un mueble el salón. La televisión apareció a última hora de ayer, después de dos días de limpieza intensiva. «No queda nada, pero bueno, al menos ya no vemos el barro», dice la mujer, que resume el suspiro acompasado de los vecinos de Letux, Azuara, Villar de los Navarros y el resto de los pueblos del entorno de los ríos Aguasvivas y Cámara arrasados el pasado viernes por un tren convectivo de tormentas.
No es poco, sin embargo, que el lodo haya sido expulsado de las viviendas. Y que ahora esté a punto de hacerlo de las calles, donde trabajan a destajo los 102 efectivos del servicio de emergencias de Aragón y, desde el alba de este martes, los 118 militares de la UME, de los que ocho pertenecen al batallón de Valencia.
Más allá de los medios personales, lo que más se esperaba son los modernos equipos de los que dispone el Ejército, desde autobombas a bulldozers para desplazar los escombros. "Esta gente tiene máquinas que nos van a ayudar a desescombrar, a quitar los restos más grandes. Lo pequeño ya lo haremos nosotros", señalaba Javier Puerto, vecino de Azuara. "Hay que animarse como sea, y lo mejor es ver color donde quizás no lo hay. Mira, aquí hay un 'trocico' limpio y ayer había una pila de escombros", apuntaba con el dedo.
Si acaso esta realidad pudiera considerarse como la nueva normalidad, los vecinos han decidido afrontar el desafío con entereza. «Estamos todos vivos y eso es suficiente. El agua me pilló viendo la tele en el sofá, abajo. Empezó a entrar por la puerta y se me llevó por delante. Subí como pude a la planta de arriba, casi nadando y agarrado a la barandilla», recuerda Manolo, de 77 años, quien evitó un destrozo mayor en la casa que le alquilan Pilar y Rubén desde hace años porque tuvo la cabeza fría de apagar el cuadro de luces.
Las labores de los profesionales se han centrado desde el lunes en limpiar de escombros las calles. «Para los vecinos la prioridad son sus casas, dejarlas limpias, por lo que se amontonan los residuos en las vías. Estamos recogiendo los escombros y agrupándolos en campas, como la escombrera de Letux», señala Manuel Goñi, al frente del 112 Aragón. La prioridad ahora es recuperar el abastecimiento de agua con garantías en todos los municipios, algo que se espera llevar a cabo durante la jornada de este martes y que se ha topado con dificultades en el suministro eléctrico.

Virginia, escoba en mano, en el salón de su casa, vacío tras arrasar el barro con el mobiliario. / Miguel Ángel Gracia
Como esa, decenas de historias se escurren por las paredes de las casas de todos los pueblos afectados, donde las marcas de la ola de fango alcanzan los dos metros y medio de altura. En el albergue municipal de Azuara, Ana Lapuerta y Eloísa Plou recuerdan la noche en vela mientras preparan un avituallamiento (morcilla incluida) para vecinos, trabajadores de emergencias y voluntarios. "Menos mal que aquí no había nadie. El agua llegó de la nada y en tres minutos inundó la primera planta", explica Lapuerta, señalando la marca que deja el lodo en la puerta del ascensor, que alcanza los dos metros.
La desastrosa riada se ha cebado con un entorno, el del Campo de Belchite, donde también causa estragos otro fenómeno, en este caso social y no natural: la despoblación. El abandono de inmuebles lleva inexorablemente a que decenas de casas estén al borde de la ruina, una situación que el lodo ha agravado. Por eso los técnicos de emergencias han precintado varios edificios para evitar que nadie entre. El problema es doble si se entiende que hay algunos que viven despreocupados de sus propiedades en el medio rural. Es lo que le ocurre a Virginia, que tras limpiar fango, restos de vegetación y 3.000 kilos de leña de su jardín tiene el temor de que su vecino no acuda a limpiar. "Esto se llenará de ratas e insectos si nadie viene a desescombrarlo y a quitar el barro", denuncia en el patio trasero de su casa en Letux.
Sin embargo, la recuperación va para largo. Solo con los daños identificados en las primeras 72 horas desde la riada en infraestructuras vinculadas a las carreteras, puentes, y redes de abastecimiento y eléctricas, el Gobierno de Aragón baraja reparaciones por valor de unos 10 millones de euros, ha señalado este martes el consejero de Hacienda e Interior, Roberto Bermúdez de Castro.
El carácter imprevisible de la riada coincidió con que nadie recuerda un torrente de agua de estas características, lo que minimiza la percepción de riesgos en el entorno de unos ríos de escaso caudal como el Cámara o el Aguaviva. "Nunca se había visto una riada como ésta. Los más mayores dicen que alguna vez, allá por los años 50, un desbordamiento alcanzó el casino, pero es que en este caso se ha ido dos metros por arriba", señalaba Antonio Miguel, vecino de Letux. "Yo nunca había visto nada así", coinciden Pilar Nalváez y su marido Rubén, también en Letux.
A las afueras de su casa, varios efectivos de los servicios de emergencias atacan con un chorro de agua a presión una macha de barro que se ha solidificado. Las salpicaduras alcanzan las ventanas y un hombre se ve obligado a sostener las ventanas desde el interior para impedir que el agua entre en la casa. No es más que un flash de la noche del viernes. Esa misma noche que, impregnada en la frente de los vecinos, tardará meses, sino años, en alcanzar el olvido.
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