La zona cero de las tormentas, una semana después: "Ha cambiado de la noche al día"
Azuara, Letux y Almonacid de la Cuba se sacuden el barrio de sus calles, ya limpias, pero afrontan el doloroso trabajo de limpiar y salvar los recuerdos de sus casas

Miguel Ángel Rodríguez
Ya no es solo el marrón el color que tiñe las calles de Azuara, Letux o Almonacid de la Cuba. No lo es porque, desde que las fuertes tormentas descargaron sobre estos pueblos aragoneses hace una semana, los vecinos se han entregado en cuerpo y alma a barrer el barro de sus calles, a eliminar el escombro de sus casas, a vaciar el agua estancada en sus edificios. Ahora, con las vías públicas limpias, cada persona se centra en reconstruir su vivienda. Porque, dice la mayoría, "todavía queda mucho trabajo por hacer".
Por la plaza Paradero de Azuara todavía se ven los uniformes rojos y negros de los militares de la UME que trabajan en el pueblo desde este martes. Gracias a su ayuda, y a la de los bomberos de la DPZ, los de la DPT, los efectivos de Infoar y los de Protección Civil, entre otros, la limpieza de las calles ha avanzado a pasos agigantados. "Esto ha cambiado como de la noche al día, antes era imposible entrar. Ahora ya empieza a parecer pueblo, no medio pueblo", afirma Magdalena Jurado.
Magdalena espera sentada en la modesta sala de espera de lo que hasta hace una semana era la ludoteca y que, ahora, sirve como centro de salud. "Hemos estado ayudando con el barro y me ha salido un sarpullido", comparte mientras se señala la nuca, y añade: "Vengo a que me vean, no vaya a ser que sea una contaminación del barro o algo así". Y es que, cuenta la mujer, llevan "desde el sábado sin parar, todo el día en la calle, poniendo bocadillos, ayudando".

En imágenes | Azuara se recupera una semana después de las tormentas / MIGUEL ÁNGEL GRACIA
Magdalena habla mientras otros vecinos entran y salen después de haber sido atendidos por los profesionales sanitarios. Del centro de salud sale Pedro Gil, que camina en dirección al ayuntamiento. Él también ha recibido atención sanitaria porque, dice, es "enfermo crónico". Lleva la nariz cubierta con una tirita y de su cuello cuelga una mascarilla. Sonriente, dice: "Igual soy el que más visitas lleva, pero es para controlar mis patologías". Gil está contento con la atención que ha recibido, y ahora va haciendo "lo que puede".
El vecino explica que él ha sido "uno de los mayores afectados por la riada" en Azuara. En el momento de la tormenta estaba en casa con su mujer, su hijo y sus dos mascotas. Pero de esta vivienda ya solo queda la planta de arriba, en la que ahora viven. "Hemos perdido todo. Cuentas bancarias, papeles de herencias...", subraya. Según cuenta, "hasta que apareció la UME fue todo a base de pueblo y voluntarios". "Lo mejor que ha pasado es la solidaridad", afirma. Su crítica es hacia la tardanza de la administración a la hora de actuar.
Entre todos los vecinos se organizan las tareas. Juan Antonio Larrosa, por ejemplo, se encarga de organizar el tráfico. Situado frente a la antigua ludoteca, comenta que "llega gente a trabajar y la plaza está a tope de camiones de la UME y de tractores". Juan Antonio para a los conductores, les pregunta y les dirige. Una vecina le para y le dice: "A ti te vengo a buscar, que me ha dicho Elena que para ir a comprar, contigo". Explica Juan Antonio que cada uno ayuda como puede. "Yo lo único que dije es que no me pusieran a quitar barro porque que me tendrían que sacar a mi también", apunta risueño.
Momentos después, echa una vista al pueblo en el que ha pasado más de cincuenta años de su vida. "Llevo aquí desde que se formó el equipo de fútbol sala. No sabes la cantidad de gente que me llamó", cuenta emocionado, y añade: "La gente joven, chapó. Maravillosa". "Hay camiones o remolques que llevan doscientos viajes. Ahora está todo bastante suave. La UME ha sido una gran ayuda, pero cuando llegó la gente del pueblo ya estábamos bastante cansada", comparte, y añade: "Lo que pasa es que hay mucho, mucho, mucho trabajo".
Mucho trabajo "minucioso" por delante
Mucho trabajo y "trabajo minucioso", puntualiza Carlos Gimeno. Lleva una manguera en la mano y, en la entrada de la casa de su cuñado de Letux, se dedica a limpiar toda la vajilla: platos, vasos, tazas, cuencos… "Todavía queda mucho trabajo. Lo más gordo que no vale se tira rápido, pero con lo demás hay que ir poco a poco, ver lo que vale y lo que no, lo que quieres guardar y lo que no. Muchas cosas son recuerdos de los padres, de herencia...", explica.

Carlos Gimeno, en Letux, quitando con agua el barro de la vajilla. / Miguel Ángel Gracia
Él, que vive en Zaragoza, acude al pueblo cada dos días para echar una mano a su familia. "Cuesta mucho y el cansancio se va notando", apunta. Y es que el escenario en Letux es el mismo que en Azuara. Como expresa Gimeno, las calles están "bastante mejor" que hace una semana gracias a las ayudas de la UME y de Infoar, pero en los hogares todavía quedan meses de trabajo.
Gimeno apaga la mangera y agudiza el oído. Son las 11.30 horas y por Letux resuena un aviso del ayuntamiento en el que se indica que el Gobierno de Aragón tiene abierta una oficina de atención para los afectados a la riada. "Mucha cosa, pero luego a ver cuándo llegan las ayudas", murmura.
Unas calles más arriba está Fernando Cariñena. Por el marco de su puerta de madera se le ve limpiar una silla de plástico con una manguera. En la calle no hay barro, pero en su vivienda hay destrozos. "Ninguna casa está en condiciones para vivir. No hay luz. Agua sí tenemos, pero no tenemos nada para hacer comida. Dentro está todo hecho un desastre", expone, y subraya: "El círculo no está cerrado, ni mucho menos".
Familias volcadas en recuperar sus casas
Del interior de su vivienda llega el sonido de las escobas y de los estropajos. La de Letux es su segunda residencia, y toda su familia ha acudido este fin de semana a ayudar. "Hoy estamos siete, y esperamos que lleguen otros dos", dice. Unos minutos después, llega el octavo. Cariñena admite que "las sensaciones son malas", e indica que a él le ha llegado que solo se va a dar ayudas a los censados en el pueblo que, dice, son "muy poquitos". "Esto es de momento, luego no lo sé, pero la mayoría es segunda residencia", comparte antes de recuperar su manguera.
A unos kilómetros de distancia, Agustín García cierra las puertas del garaje en el que guarda sus tractores. Está dando luz a un camión de Infoar que ayuda a la reconstrucción de la carretera, que es, junto a la presa romana, la zona más afectada. El vecino se remonta al viernes. "Me llamó mi hermana para que fuera ayudar porque les había dicho el alcalde que 'menuda riada'. De repente, el agua ya estaba aquí”, comparte.

Un cartel que fue arrastrado por el agua desde Letux hasta Almonacid de la Cuba. / Miguel Ángel Gracia
Y también "de repente" se llevó las pasarelas de la presa romana. Daños que siguen ahí, que no se han ido con el barro. García anda hacia el interior del pueblo con cuidado. Apoya sus manos en las piedras, se arrima a la pared y esquiva a los tractores. Con coche, asegura, no se puede acceder por esa zona. Mientras las motas marrones de polvo flotan por el aire, cuenta: "Mi huerta, hija mía... Bueno, casualidades de la vida que este año habíamos cogido cereza, porque ya nada. Ahora después de esto no sé si se abandonará o qué".
A lo lejos saluda a Lorenzo Eced, vecino del pueblo que tiene su vivienda afectada. Desde su puerta, le sonríe. Porque ya apenas se ve el marrón del barro, pero sigue faltando el blanco, el beige y el naranja de las paredes de las casas y edificios que, hasta hace apenas una semana, conformaban estos pueblos.
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