En la lucha por recuperar su casa de Almonacid de la Cuba tras las tormentas: "Los pisos de abajo los hemos limpiado a base de pala"
Lorenzo Eced estaba fuera del pueblo cuando el viernes pasado descargaron las fuertes lluvias. Su vivienda ha sido una de las más afectadas y, aunque ha conseguido desprenderse del barro con ayuda de vecinos, todavía trabajan en que su vivienda vuelva a ser lo que era

Lorenzo Eced, en la planta baja de su casa de Almonacid de la Cuba, este viernes. / Miguel Ángel Gracia
Viste camisa de cuadros, pantalón de traje, cinturón negro. Lorenzo Eced está a la fresca en su pueblo, Almonacid de la Cuba. Se resguarda en la poca sombra que hay a las puertas de su casa y alza la vista para saludar. Detrás de él se ve una entrada repleta de botellas de agua. "Han traído hoy un montón", revela mientras pasea por la planta de arriba, que es la que menos afectada se ha visto por las fuertes tormentas del pasado viernes. "La lavadora ya se tiró. La caldera del gasoil no lo sé", señala.
Su casa es una de las más afectadas en Almonacid. Los cajones de la cocina aún conservan restos de barro y en los cuartos solo quedan los somieres. Los cajones están desmontados. "Este es el primer piso, pero es que hay dos plantas más abajo. Ahí, un metro de agua", dice.
Su suerte fue que no estar en casa cuando descargaron las tormentas. "Estábamos en Jaca. Mi cuñado, el alcalde, me llamó y me preguntó por las llaves. Y, las llaves, pues en mi bolsillo", recuerda.

Trabajos en Almonacid de la Cuba, este viernes. / Miguel Ángel Gracia
El suelo de los pisos de abajo todavía es de barro. En la planta intermedia, las habitaciones están vacías. Acumulan todos los objetos 'salvados' en un cuarto: ropas, cojines, lámparas... "Ayer vino gente de Albalate, que serían unos veinte, y trajeron una Kärcher (una hidrolimpiadora) exagerada de grande", explica.
Con cuidado, Lorenzo baja a la última planta mientras cuenta que su hija, que trabaja en el Ayuntamiento de Albalate, fue de las primeras en acudir a ayudar. "Acudieron todos los de allí porque son amigos y se arrodillaron a rascar", dice, y añade: "Lo de abajo, ha sido todo a base de pala". Gracias al trabajo, ya se puede descender a las plantas inferiores de la casa en las que, explica, "antes no se podía ni estar del olor".
Pero todavía queda mucho trabajo por delante. No sin esfuerzo, Lorenzo vuelve a subir escalón a escalón a la planta intermedia. Allí se abre un espacio rectangular con tres somieres y, al fondo, una ventana que da hacia el río Aguasvivas. El agua es de color marrón. "Eso es un foco de infección", remarca. Levanta la vista por encima de sus gafas y reflexiona: "Llegamos a estar aquí y no sé que habría pasado".
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