Dar a luz en casa: "Es soltar el control, confiar en que estás preparada para parir"

Idoia Biota y Sara Pajares tomaron hace años la decisión de dar a luz en casa. Ambas madres comparten con este diario cómo fue su experiencia

Un parto en casa en piscina, en una imagen de archivo.

Un parto en casa en piscina, en una imagen de archivo. / El Periódico

Zaragoza

Empezó a leer mucho, a informarse mucho, a investigar mucho. Idoia Biota estaba embarazada y, aunque no tenía claro dónde quería dar a luz, sí sabía como quería que fuera: lo más natural posible. Y fue así, informándose, como dio con el parto en casa. «Al principio a mi pareja le dio mucho susto, y le invité a leer libros con evidencia científica y a hacer las cosas sobre seguro. Y un día me dijo: ‘No veo otra forma de que lo hagas’. Desde entonces fuimos los dos a una», cuenta.

En 2020, Biota contactó con Laura Sola, matrona que acompaña partos en casa en Aragón. Además de con su ayuda, también contó con el «apoyo psicológico» de una doula, Ariana. Con el respaldo de ambas se pudo «descubrir» como mujer. «Conocí mi linaje materno y cómo habían sido los partos en mi familia. La preparación es muy fuerte porque el día del parto te tienen que conocer bien», explica.

La última consulta fue en su casa. «Conocieron el espacio y hablamos de temas trascendetales como la pérdida. Son cosas que también pueden pasar en el hospital pero que nadie te cuenta», dice, y afirma: «Vas al parto con todas las posibilidades y con un respeto absoluto a tu cuerpo».

Y llegó el momento. «A los ocho centímetros me tuvieron que trasladar al Servet porque el niño venía en transversa. Tuvieron que instrumentalizar el parto y fue con ventosas», cuenta. En el hospital, su experiencia no fue buena, y ahora ha puesto una queja porque, asegura, «hubo violencia obstétrica». «Fue un parto muy duro», afirma.

Entró entonces en una fase, la del postparto, nada sencilla. «Cada domingo lloraba», comparte. Además, ella arrastraba desde hacía meses los temores y juicios de su entorno. «A mi madre, que ha sido enfermera toda la vida, le dio mucho miedo el parto en casa, pero me dijo que me iba a apoyar. Es verdad que sus miedos los llevé conmigo el día del parto», confiesa, y añade: «En el hospital, la responsabilidad recae sobre el sistema sanitario, pero en casa es tuya. Si pasa algo, vas a ser esa madre señalada por la sociedad».

Por eso, en su segundo embarazo, solo su pareja sabía que iba a ser un parto en casa. «A todo el mundo que preguntaba le decía que iba a dar a luz en el hospital», confiesa. Pero Biota parió en piscina y lo recuerda como «muy bonito». La madre explica que «un parto en casa es muy intenso». «Es soltar el control, confiar en que estás preparada para parir, que tu cuerpo puede y que tu bebé sabe. Yo pude soltarlo todo y rendirme al dolor, a mis miedos», comparte.

De aquella época se lleva también grandes amistades, pues «lo más importante» de su maternidad fue rodearse de otrs mujeres embarazadas, algo que aconseja. «Buscad una red de mujeres. Lo demás, se vivirá como se tenga que vivir, pero buscad esa red de mujeres que os apoyen», señala.

También Sara Pajares, que tuvo a sus tres hijos en casa y que fue doula tiempo después, recomienda ese apoyo. «Si una cosa eché de menos en mis partos fue el acompañamiento de una mujer que hubiera pasado por lo mismo», reconoce. 

Pajares fue madre con 22 años, y decidió parir en casa porque por entonces, en el 2.000, «no había hospitales amigos de los niños ni de las madres», dice. «Era también una creencia política. Es a lo que ahora, con el boom del feminismo, le hemos puesto nombre: mi cuerpo se autogestiona», sostiene.

Sus tres partos -en el 2.000, en el 2.002 y en el 2.004- fueron en cuclillas y no tuvo problemas. «Me sentía fuerte y pensaba, y pienso, que es natural», defiende. «No tengo el concepto cristiano de ‘parirás con dolor’. No tuve epidural y lo sentí todo, y el concepto no era dolor, sino otra cosa», dice. Quien le acompañó en el proceso fue Ángel Borruel, médico ya jubilado. Las consultas eran en el hospital de Barbastro.

Ella recuerda «una sensación muy bonita» en sus partos. «Fueron cada vez más rápido. El primero fueron casi 24 horas, el segundo 16 y, el siguiente, 12», señala. Pajares cuenta que fue pionera en la materia -«Me hicieron una entrevista porque hacía 45 años que no había nacido nadie en casa», expresa- y que desde entonces las cosas han cambiado. «Antes, el médico lo hacía desde una perspectiva no solo económica, sino de servicio. Nosotros éramos dos ‘pringadetes’ de 22 años y nos lo pudimos pagar. Era el cambio de la peseta y serían unos 500 euros», indica. Y añade: «Ahora es mucho más elitista».

A ella le da pena porque considera que cada mujer debe decidir si quiere o no dar a luz en casa. Porque, subrayan ambas madres, parir en casa es tan válido como hacerlo en el hospital. «Cada mujer tiene que elegir el sitio donde se sienta segura. Eso le va a permitir que esa sea la mejor experiencia de su vida», asegura Biota.

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