Los aragoneses que vivieron la dana en Valencia: "Fue distinta a otras tragedias por el escenario de desolación y barro que encontramos"
Los voluntario evocan el barro de las calles y la presencia de vecinos por las calles en estado de ‘shock’ tras haber perdido gran parte de sus posesiones

Dos voluntarias del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes del Colegio Profesional de Psicología de Aragón en Catarroja. / El Periódico de Aragón

El jefe de la Policía Local de Pinseque Jesús Manero fue una de las personas que se lanzó a la carretera cuando hace un año las noticias de la dana comenzaban a llenar los periódicos e informativos. Realizó su primer viaje a la zona afectada como voluntario, para luego volver de nuevo con el contingente de policías locales que coordinó el Gobierno de Aragón. En los dos casos, el trabajo fue intenso y satisfactorio. «Los primeros días la gente caminaba por las aceras casi sin ver ni escuchar, estaban en un estado de shock», explica.
Entre las funciones que desempeñó estuvo el rastrear varias ramblas en la búsqueda de desaparecidos. «Es un momento muy impactante», explica sobre el rastreo de los cadáveres, que podía incluir incluso la recuperación de cuerpos de niños. «Es muy duro, pero los días que pasamos allí todas las personas nos buscaban para transmitirnos sus dudas y su dolor», indica.
Los voluntarios, en la zona de Utiel y Requena, en la que ellos participaron, se convirtieron en un referente. «Nos trataban todo lo mejor que podían», señala. El contingente de policías locales aragoneses, provenientes de Zaragoza, Pinseque y otras localidades, también estuvo acompañado por dos jóvenes de Sástago, Beatriz y Javier, que acudieron «con una furgoneta llena de ayuda».
La unión de efectivos aragoneses en el entorno de Catarroja fue clave para el despliegue de la solidaridad enviada desde la comunidad. Este es uno de los aspectos que se le vienen a la mente a la psicóloga María José Cepedo al pensar en aquellos días. «Una de las cosas agradables que podemos sacar es el recuerdo de una intervención conjunta, con todos los cuerpos actuando de forma conjunta y creando una comunidad de apoyo», explica.
Cepeda, que durante el mes que estuvo presente en la Valencia arrasada por las riadas ya ejercía como coordinadora del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes del Colegio Profesional de Psicología de Aragón, también cita la palabra shock a la hora de rememorar aquellas jornadas. «La dana fue distinta a otras tragedias por el escenario de desolación y barro en el que tuvimos que intervenir», señala.
Con el paso de los días los vecinos tuvieron que asumir «la soledad» que supuso la retirada de los equipos de voluntarios y los miedos con los que debían afrontar la vuelta a la normalidad. «Una de las grandes preocupaciones era trasladar a sus trabajos que necesitaban unos días de baja para asumir por lo que habían pasado», relata.
Con el paso de tiempo las heridas se siguen notando en gestos cotidianos o a la hora de rememorar sensaciones. «Nos transmiten que el ruido de una lavadora puede seguir inquietando», explica.
La pérdida y la suciedad también están presentes en la memoria del zaragozano Félix Pastor, cirujano en Valencia desde el año 2015 y casado con una vecina de Paiporta. Unos meses antes de la dana habían comenzado la construcción de su nueva casa. Quedó sepultada por el barro.
«El pueblo es incansable, han demostrado mucha fuerza y llevan todo un año intentando recuperar la normalidad», indica. En su familia no tuvieron que sufrir pérdidas humanas, pero explica que esas semanas «no fueron fáciles». Las aguas destrozaron calles, casas, infraestructuras y recuerdos. «La recuperación ha sido mucho más lenta de lo que se esperaba», señala. Algo que también está notando en la construcción de su casa, todavía sin terminar.
Sin embargo, destaca que la normalidad vuelve a las calles. El centro de salud, el colegio al que lleva a su hija o la línea de metro ya están en marcha. «Cada persona se organiza como puede, pero es necesario recuperar las rutinas y volver a ver a la gente ilusionada con sus proyectos», asegura.
Frente a la experiencia valenciana de Pastor se encuentra la recién llegada Claudia Callé. También zaragozana, está estudiando psicología en la capital del Turia. En el ambiente percibe el miedo a que se pueda reproducir una tragedia como la vivida hace un año. Y señala que las cicatrices aún son visibles en zonas como Chiva. «Aunque esté todo recién pintado el barrio aún está presente en los postes», explica.
Como estudiante de la Universidad de Valencia ha visto como ante las alertas de lluvia se suspenden las clases a pesar de que los pronósticos no acaben de cumplirse. «Es normal que nadie quiera arriesgarse a que pase lo mismo», indica. Un temor que observa en las compañeras de su clase que vivieron esas jornadas en primera persona. «Todas nos dicen que lamentan que en esa ocasión no se lanzaran estos avisos y todavía nos dicen que les tiembla el cuerpo al recordar por lo que pasaron».
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