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Así están los pueblos más afectados por la dana en Aragón un año después: “Cada vez que oímos hablar de una depresión atmosférica, temblamos”

Localidades como Montalbán, Herrera de los Navarros, Villar de los Navarros y La Hoz de la Vieja han recuperado la calma, aunque siguen mirando al cielo cada vez la lluvia amenaza

Zaragoza

El 29 de octubre de 2024 no fue un día cualquiera. La lluvia rompió sobre Aragón con una fuerza prácticamente desconocida. Las calles se convirtieron en ríos y los barrancos rugieron. El miedo caló tan hondo como el agua. Un año después, pueblos golpeados por aquella dana como Montalbán, Herrera de los Navarros, Villar de los Navarros y La Hoz de la Vieja han recuperado la calma. Sin embargo, bajo esa apariencia de normalidad, el recuerdo sigue ahí. En las riberas, en las acequias, en el cauce del río… y sobre todo en la memoria. Ahora, cada vez que oyen hablar de una depresión atmosférica, tiemblan.

“Cuando llueve fuerte, la gente tiene miedo”, reconoce Carlos Sánchez, alcalde de Montalbán. Todavía no ha olvidado cómo el agua se colaba. “No se puede olvidar algo así. Lo viví desde primera hora y ya imaginaba que algo podía pasar solo por la cantidad de agua que estaba cayendo. No lo olvidaré, y muchos vecinos tampoco. Ver que se está inundando tu casa, el garaje, los coches, la lavadora… Ves que sube el nivel y no sabes qué hacer. El susto fue muy grande y ahora cuando llueve fuerte la gente tiene miedo. Son cosas impactantes”, relata.

“La gente se quedó asustada y es difícil de recuperar. Menos mal que tuvimos la suerte de no sufrir ninguna desgracia personal”, añade.

Hoy, Montalbán sigue en obras. “Tenemos la mitad de los trabajos hechos porque el Gobierno de Aragón adelantó dinero, pero el resto está parado. El Estado no nos ha adelantado nada”, lamenta. Entre los proyectos pendientes está el caño medieval, en el casco histórico. “Solo esa obra son 750.000 euros. No podemos adelantarlo. Para un pueblo pequeño, eso es imposible”.

Golpeados también el 13 de junio

En Herrera de los Navarros, el río también dejó su huella. Se llevó pasarelas, caminos y la tranquilidad de sus vecinos. Lo peor fue que meses después de aquel octubre negro se reprodujo. “Cada vez que llueve miramos al río”, reconoce el alcalde, Enrique Felices. El pueblo, poco a poco, se ha rehecho. “Ya está casi todo arreglado, pero olvidar, no se olvida. Ni se puede. En nuestro caso fue peor la del 13 de junio, que se llevó lo que habíamos empezado a arreglar y más”, apunta.

Eso sí, el alcalde está convencido de que sus vecinos no viven con miedo, pero si con relativa preocupación: “Ahora, cada vez que llueve, hay que mirar un poco más al río, pero tampoco podemos hacer más. Ese día llovió con mucha fuerza. No puedes estar pensando siempre en lo que pasó”, matiza.

Un poco más lejos, en Villar de los Navarros, el agua no solo arrasó lo que encontró a su paso. Incluso se llevó lo que acababan de reconstruir. “Con lo que habíamos empezado a arreglar, la tormenta de junio se lo llevó todo otra vez”, recuerda Miguel Ángel García, su alcalde. Su localidad también se vio azotada por la tormenta del 13 de junio.

Su voz suena resignada, pero también agradecida. “Fue un milagro que no hubiera víctimas. El agua subió hasta quince metros. Si los vecinos que vivían allí hubieran estado en casa, no lo hubieran contado”, reconoce.

La riada arrastró una barandilla de hierro de una tonelada que nunca apareció: “Eso no se olvida. Lo que te queda es la prudencia… y temblamos cada vez que vemos una nube negra y una depresión atmosférica”, apostilla.

Da la impresión de que este tipo de fenómenos atmosféricos graves han llegado a sus localidades para quedarse: "Parece que estamos donde rompe el núcleo de la tormenta. Está en un radio de 15 km. Si cae cerca de nuestro pueblo, nos deja destrozados. Si no, cae en los de alrededor", opina Miguel Ángel.

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En La Hoz de la Vieja, la alcaldesa Laura Royo camina por las calles donde un año atrás corría el agua. Todo parece igual que antes, pero el miedo sigue escondido detrás de cada puerta. “Los vecinos han puesto refuerzos en las casas junto al cauce del barranco. Cada vez que cae un chaparrón fuerte, aunque sea de 20 minutos, vuelve la preocupación”.

Laura habla de rutina, de pequeñas reparaciones, de normalidad aparente. Pero cuando se le pregunta si han olvidado, responde con una sonrisa triste: “No. Eso no se olvida. En 2013 ya tuvimos una crecida así. Lo que sucede ahora es que se repite con más frecuencia con esto del cambio climático y demás. Sí que existe un poco de miedo”, matiza.

La alcaldesa de la Hoz de la Vieja confirma que las ayudas económicas han ido llegando, más o menos: “Alguna cosa se ha quedado fuera, pero nos vamos apañando para arreglar todo lo que podemos”. ¿Ha vuelto a la normalidad? La respuesta es sí, aunque no puede dejar de recordar a sus vecinos de Montalbán: “A ellos les queda bastante por arreglar”, termina.

Un año después, los pueblos han secado el barro, pero no la preocupación. Basta con que el cielo se encapote para que el silencio se imponga. En esta zona de Aragón, desde octubre de 2024, la lluvia no suena igual.

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