Día Mundial contra el Ictus: "Me dio un pinchazo y no podía controlar el cuerpo. De los siguientes días no recuerdo nada"
Era 28 de junio de 2021 cuando el aragonés Carlos Gimeno Sarrato tuvo un mareo en el trabajo. Fue el primero de varios síntomas que le causaron aquel accidente cerebrovascular que le ha causado "muchos estragos"

Carlos Gimeno Sarrato mira a la cámara. / Lourdes Liñán
Fueron tres ictus en un mismo día. Y un cambio de vida. Era un 28 de junio más para el aragonés Carlos Gimeno Sarrato (1973) hasta que, en su puesto de trabajo, le dio un ligero mareo. Se tumbó media hora en un sofá y, luego, volvió a trabajar. "No se me torció la cara ni se me paralizó", recuerda en el Día Mundial Contra el Ictus. Pero la tarde no fue bien. "Me encontraba muy mal y me quedé en casa quitecico", explica. Tampoco a la mañana siguiente tuvo fuerzas para ir a la oficina. "Por la tarde empecé a estar mejor y decidí ir a dar una vuelta. Cuando me estaba cambiando me dio un pinchazo horrible. No podía controlar el cuerpo y, como pude, me tiré al sofá para no abrirme la cabeza con los muebles", cuenta. Entonces era 2021 y él tenía 47 años.
"Mi mujer llamó al médico. Vomité y ya me dijeron que, si en la siguiente hora me encontraba mal, llamara porque había una ambulancia programada por si acaso. De repente, se me quedó paralizado medio cuerpo y se me llevaron. Y de los siguientes 14 días, que estuve ingresado, ya no recuerdo nada", explica Carlos en una llamada telefónica. Habían sido tres ictus en un margen muy corto de tiempo. A las dos semanas, le dieron el alta.
Aquello pasó en un momento sanitario complejo, cuando el país salía de la pandemia y las restricciones por la covid eran todavía la normalidad. "Estaba como flotando. No sabía bien qué me había pasado. Estaba tranquilo, feliz. El cerebro no me dejaba preocuparme, solo se encargaba de dejarme sobrevivir", rememora.
Pero su vida sí había cambiado. Carlos tenía -parestesia -sensación anormal, como de hormigueo o adormecimiento, en la piel- y no podía andar. También ahora la padece. "El lado izquierdo de la cara lo noto como cuando sales del dentista, así como adormilado. Pero lo mío, en vez de unas horas, lleva ya cuatro años, e imagino que será para siempre", indica.
Y no solo. Carlos cuenta que el ictus le ha causado "muchos estragos" en su día a día, tanto físicos como mentales. "No uso bien el móvil ni tampoco los ordenadores, que yo los usaba para el trabajo con programas como Excel, pero también por ocio, para creación y producción musical. No puedo ni usar la aplicación del calendario", recalca. Dice que con ellos "se hace un lío", y lo ejemplifica: "Con los botones del mando de la tele tardo una hora en hacer lo que quiero y, a los cinco minutos, intento volver a hacerlo y ya no puedo".
El ictus es condición médica grave que se da cuando se interrumpe o reduce el flujo de sangre a una parte del cerebro, lo que priva al tejido cerebral de oxígeno y de los nutrientes esenciales. "La memoria me falla que para qué", añade Carlos. Recuerda a la perfección lo que sucedió hace veinte años, pero no es capaz de retener lo que sucedió la semana pasada. "Igual voy siete veces a la cocina a por lo mismo. Siete, ni una ni dos. Por el pasillo me voy diciendo en voz alta a por lo que iba, busco algunas estrategias", relata con buen humor.
Son algunas de las técnicas que le han enseñado en la Asociación Ictus Aragón (AIDA), dónde más le han ayudado. "En el hospital no me hicieron rehabilitación ni un solo día, ni una sola vez", afirma. Tartamudea de forma esporádica. "Ah, se me atasca el habla", dice. Carlos comparte que conoció la entidad un día que salió a dar un paseo algo más largo de lo común -"Al principio no podía ir más allá del bar que hay frente a mi casa", concreta- y, en el parque Miraflores, dio con ella. Fue casi un mes después del ictus, en julio de 2021.
"Me hicieron pruebas y una valoración, y empecé a ir a fisioterapia y a terapia ocupacional", celebra. Carlos había tenido ya mareos a lo largo de su vida, pero los vinculaba a vértigos aunque, dice, "es probable que tuviera cierta predisposición genética (para el ictus)". Varios miembros de su familia materna han sufrido uno. Lo que le sorprende es que él se había hecho el test del ictus en repetidas ocasiones y siempre lo había pasado "perfectamente".
Echa la vista todavía más atrás y recuerda las vacunas del covid. Una de ellas le provocó, a los dos días, un mareo "muy muy raro", apunta. "Fue lo mismo que sentí antes de aquel pinchazo tremendo cuando el ictus", describe. Piensa que tal vez a él en concreto no le sentó bien aquella inoculación. Y no sabe si fue la misma, si fue su predisposición genética o si fueron ambas cuestiones juntas. Lo que sí sabe es que aquel 28 de junio de 2021 cambió su vida.
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