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Apadrina un olivo, la historia de un éxito socioambiental: “Tenemos 10.000 olivos apadrinados por personas de 28 países”

Alberto Alfonso, cofundador de la iniciativa, nunca pensó la dimensión que su proyecto iba a alcanzar. Este jueves recibe el Premio Acelerando la Transición Justa, de ECODES

Alberto Alfonso, cofundador de Apadrinaunolivo.

Alberto Alfonso, cofundador de Apadrinaunolivo. / Jaime Galindo.

Zaragoza

Apadrinaunolivo.org es es un proyecto social y ecológico que recupera olivos centenarios abandonados y lucha contra la despoblación rural. La iniciativa no pasa desapercibida, como demuestran los reconocimientos recibidos por su ideólogo y cofundador, Alberto Alfonso, desde que vio la luz en 2014. El Premio Acelerando la Transición Justa, de la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES), es el último ejemplo. El galardón reconoce la labor sobresaliente en el camino de acelerar la transición a una economía neutra en carbono, eficiente en recursos y socialmente inclusiva en Oliete (Teruel).

- Enhorabuena por el premio.

- Muchas gracias. Es bonito recibir este tipo de distinciones para proyectos con tantas vertientes. Somos una entidad sin ánimo de lucro y de utilidad pública, que busca ayudar a la sociedad. Ya lo sabíamos cuando lo pusimos en marcha, pero que otros lo reconozcan es precioso. Trabajamos en un contexto rural, en ocasiones derrotista y caciquista, donde parece que todo lo de dentro es malo y cuesta ver los brotes verdes. Que alguien te diga que lo estás haciendo bien te da fuerzas para continuar, porque el paso del tiempo también pesa.

- ¿Qué supone el reconocimiento de ECODES?

- Soy de Oliete y desde pequeño he visto cómo la cultura del olivar está muy arraigada en el pueblo. De hecho, su propio nombre lo dice: Oliete viene de ‘Olivetum’, que en latín significa “campo de olivos”. Es nuestro recurso natural más sobresaliente: nos calentamos con su leña, hacemos aceite, jabón...

Oliete tiene más de 100.000 olivos centenarios, e incluso hemos descubierto nueve variedades nuevas. Pero hubo un momento en que cada semana se iba una familia, y eso generó un efecto dominó. La agricultura se abandonó y el olivar quedó olvidado.

- ¿Cómo ha evolucionado el proyecto desde los inicios?

- En 2014 decidimos buscar soluciones desde el emprendimiento social, la innovación y la creatividad. Aprovechando las nuevas tecnologías, quisimos conectar el entorno urbano con el rural, a los olivos con sus padrinos, generar empleo y mantener servicios en el municipio. Así nació Apadrina un Olivo, un proyecto de integración territorial y de esperanza.

- ¿Recuerda el momento en que surgió la idea?

- Sí. Fue en 2013, en el olivar. El molino se había cerrado a principios de los 2000 y cada vez era más difícil sacar adelante las cosechas. Ese año hubo una producción increíble: las olivas se caían de las ramas y nadie las recogía. Fui a un campo donde mi familia solía trabajar y no había nadie alrededor. Pensé: “¿a dónde hemos llegado?”.

Ese mismo día decidí que había que hacer algo. Estaba cursando un posgrado en la Universidad Politécnica de Cataluña y planteé el proyecto como un trabajo paralelo. Muchos amigos y vecinos quisieron colaborar, y algunos todavía lo hacen.

- ¿Imaginaba que llegaría tan lejos?

- La verdad es que no. Nunca pensé que íbamos a tener la relevancia que tenemos hoy. Tenía clara la idea, pero no esperaba tanta repercusión. Hoy casi todo el mundo ha oído hablar de apadrinaunolivo.org. Hemos salido en numerosos medios y también hemos tenido suerte. Televisión Española nos llamó, aparecimos en portadas, y hasta el guionista Paul Laverty, marido de Icíar Bollaín, se inspiró en el proyecto mientras escribía la película ‘El olivo’.

'National Geographic' también se fijó en nosotros. Todo se ha dado por lo bonito del proyecto: el olivo milenario, lo que representa y la emoción que transmite a las madrinas y padrinos.

Recibimos unas 3.000 visitas al año, y en casi todas participo. Nunca nadie se ha ido sin conectar con el proyecto. Los valores medioambientales, sociales y de desarrollo territorial llegan a la gente. El amor por la naturaleza y por los pueblos emociona.

- ¿Qué impacto ha tenido en Oliete y su entorno?

- Ha sido total. Algunos medios lo han llamado incluso “el milagro de Oliete”. Pero no solo ha beneficiado al pueblo, sino también a las Cuencas Mineras, la Sierra de Arcos y el Bajo Martín.

Hoy trabajan unas 50 personas de forma estable en el proyecto. Hemos evitado el cierre de la escuela de Oliete, gracias a los hijos de empleados, y también la de Alacón. Nueve mujeres trabajan en la conservera municipal. Eso genera vida.

Oliete tiene ahora 27 niños escolarizados, incluso con aula de infantil de dos años. Hay pueblos más grandes que no tienen esas oportunidades. La vida se abre camino. De hecho, tenemos más demanda de empleo de la que podemos cubrir, por las limitaciones estructurales del medio rural.

- ¿Han cumplido los objetivos iniciales?

- Aún no. Queremos recuperar 100.000 olivos centenarios y llevamos unos 30.000. No llegamos a una tercera parte, pero hemos consolidado una base sólida. El principal problema que nos encontramos es la falta de relevo generacional: los abuelos ya no pueden cuidar los olivares y los hijos viven en ciudades como Zaragoza o Barcelona y no se quieren hacer cargo.

La rentabilidad económica es baja, así que nadie quiere explotarlos. Apadrina un Olivo es una solución y una esperanza, porque permite conservar lo que los mayores heredaron con tanto esfuerzo. Tiene un valor sentimental enorme, aunque el económico sea pequeño.

- ¿Cuántas madrinas y padrinos tienen?

- Tenemos unos 10.000 olivos apadrinados por personas de 28 países. Desde Estados Unidos y Argentina hasta África o la isla de Reunión, de donde aparecieron tras un premio internacional. Incluso un padrino encontró en un restaurante de Bali una botella de nuestro aceite. Tenemos uno en Singapur… Es increíble.

- ¿Por qué son importantes proyectos como este?

- Muchos vecinos me preguntan por qué me complico la vida, pero yo creo que cualquiera que tenga una idea y un sentimiento debe trabajar por dejar una huella positiva. Desde niño veía cómo Oliete iba a menos: de 2.500 habitantes en 1950 a 365 hoy. Pensé que el pueblo iba a desaparecer.

El olivo es casi un símbolo mitológico por su longevidad. Por eso quisimos crear algo bonito que vinculara emocionalmente a personas de todo el mundo.

Además, hemos ampliado el modelo a Portugal, en la comarca de Abrantes, con el proyecto apadrinhaumaoliveira.org, que busca recuperar 10.000 olivos abandonados junto al olivo más antiguo de la península, de 3.350 años. La tasa de renovación de padrinos es del 90 %. Nos siguen, nos visitan, participan.

Nuestro aceite ha ganado dos veces el premio al mejor del Bajo Aragón y ha quedado segundo otras dos. Algo estaremos haciendo bien.

- ¿Qué mensaje lanzaría a quien aún no conoce la iniciativa?

- Que se animen a apadrinar un olivo. Es una experiencia preciosa, un regalo original y solidario. Supone apostar por las oportunidades y demostrar que es posible dar vida y futuro a zonas que parecían desahuciadas. Es ilusión, esperanza y compromiso social. Y, sobre todo, una muestra de que merece la pena creer en los pueblos.

Por una aportación anual, los padrinos pueden "adoptar" un olivo, bautizarlo, seguir su proceso de cuidado por correo electrónico, visitar el árbol cuando quieran y, como agradecimiento, reciben dos botellas de aceite de oliva virgen extra cada año.

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