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Las afecciones en las granjas de huevos confinadas en Aragón: "Las gallinas están deprimidas como los niños en un día de lluvia"

Las medidas contra la gripe aviar se notan en la producción avícola, con un descenso de hasta el 40% en la producción en extensivo

Gallinas encerradas en una granja extensiva a pocos kilómetros de Gallocanta.

SERVICIO ESPECIAL

David Chic

David Chic

Zaragoza

A 30 kilómetros de la laguna de Gallocanta está la granja de gallinas Oriche, en Allueva. Pocos días antes de que se decretara el confinamiento de todas las explotaciones avícolas de la comunidad por la expansión de la gripe aviar, la propietaria Ana Andreu se adelantó al encierro de sus animales. Las primeras grullas ya habían muerto y no era necesario esperarse a la confirmación de los análisis para evitar un contagio en la explotación que acabaría con todos los animales sacrificados.

"Estamos bastante ofuscados, pero no queda otra opción". La medida ya se está notando en la producción de huevos, pero el confinamiento es fundamental para evitar el contacto del millar de gallinas con las aves silvestres que transmiten la enfermedad. Ahora están cabreadas y deprimidas como los niños en un día de lluvia", explica de forma gráfica al indicar que suelen pasar unas siete horas al aire libre y que ahora han perdido esa rutina. "Necesitan mucho tiempo para adaptarse a los cambios", señala.

La provincia de Zaragoza, con 34 explotaciones, es el corazón de la producción de huevos en la comunidad, con una buena parte de los más de seis millones de gallinas concentradas en la comarca del Campo de Daroca y en el Jiloca, ya en Teruel. La mayoría de esta producción es intensiva, es decir, en granjas que no les permiten salir al aire libre, aunque algunos de los grandes propietarios combinan su modelo con animales camperos, ejemplares que también están confinados.

La recogida de huevos en el gallinero de Allueva ha cambiado completamente desde el confinamiento. Su modelo es totalmente ecológico, con su millar de gallinas viviendo al aire libre desde que se les abre el gallinero a las 10.30 horas de la mañana. En ese momento se realizaba la recogida de los huevos mientras los animales salían al exterior, protegidas por la vegetación. "Están acostumbradas a ver el cielo sobre sus cabezas", indica Andreu.

En los últimos días su bienestar ha empeorado al pasar todo el tiempo en el interior del gallinero. Ha notado que la producción de huevos ha descendido entre un 35% y un 40%. Además, han comenzado a perder una buena cantidad de plumas y nota que ha aumentado la agresividad entre ellas. "Estar todo el día encerradas ya les pasa factura", señala. En un primer momento el periodo de confinamiento se extenderá mientras existan aves migratorias en la comunidad procedentes del norte de Europa, algo que será hasta medidos de febrero.

Bioseguridad

La comunidad, que produce más de 202 millones de docenas de huevos al año según las últimas cifras oficiales, mantiene una estructura estable que ha despegado en los últimos veinte años, con un notable repunte desde la pandemia que también se deja notar por la apuesta por las granjas de ponedoras de pequeño y mediano tamaño que reúnen entre 1.000 y 5.000 gallinas en libertad criadas en el suelo, con un producto más fácil de comercializar asociado a la agricultura ecológica.

"En Valladolid se ha producido ya un sacrificio muy grande de gallinas, algo que tenemos que evitar aquí a toda cosa", indica Andreu, volcada en este momento en la bioseguridad de su explotación. Ya desde antes de la crisis por la gripe aviar ha estado vetada la entrada personas ajenas a la granja al recinto. Y en el día a día todas las entradas se hacen con un cambio de ropa y una desinfección del calzado. También usa la mascarilla de forma cotidiana.

La rutina ya está establecida por otras amenazas del sector avícola, sometido a inspecciones trimestrales para evitar la aparición de salmonelosis, por ejemplo. En este caso, los síntomas de la enfermedad no son visibles a simple vista. En el caso de la gripe aviar los animales enferman de forma visible, mostrándose apáticos y en ocasiones perdiendo el equilibrio.

"El sacrificio de toda una granja es un problema enorme, pues se necesitan hasta cinco meses para volver a recuperar la producción", explica. Abastecerse de gallinas en este momento es complicado, y por su propia naturaleza asociada a las rutinas, necesitan un largo periodo de tiempo de adaptación hasta que inician la puesta de huevos. De hecho, en circunstancias normales, cada animal que tiene que ser sustituido necesita hasta 25 días para ser productivo.

En todo caso, gracias a esta capacidad de resiliencia, Andreu confía en que en dos semanas el millar de gallinas que cuida "normalice la situación" y remonte la producción de huevos que ahora ha perdido. "Creo que poco a poco volverán a recuperar la confianza en mi voz, pues ahora parece que me lancen reproches para poder salir al exterior", asegura. De hecho, señala que cuando llegue el mes de febrero tendrá que repetir el periodo de adaptación en sentido inverso para volver a acostumbrarlas a tomar el camino de salida.

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