Especial 23A

Fomentar sin perder la esencia

Aragón debe aprovechar sus enormes posibilidades para conseguir que el turismo sea un aliado en luchas históricas como la despoblación. La pregunta a responder es: ¿A qué precio?

El turismo debe ser un aliado para el futuro de la comunidad aragonesa.

El turismo debe ser un aliado para el futuro de la comunidad aragonesa. / Jaime Galindo

Alberto Arilla

Alberto Arilla

Rural, virgen (aunque cada vez menos) en muchos de sus paisajes, excelente en gastronomía y enocultura… Lo cierto es que se podría estar un buen rato enumerando una a una todas las virtudes que Aragón tiene para explotar en materia de turismo. Sin embargo, la pregunta que ronda en los últimos tiempos a la sociedad aragonesa es: ¿A qué precio?

Que el turismo debe ser una de las bases sobre las que cimentar el Aragón del futuro está de sobra aceptado por casi todos. Sin embargo, en lo que los actores políticos y sociales suelen disentir es en la forma en la que explotar el enorme potencial de la comunidad en ese sentido. Por ello, el Gobierno de Aragón ha confeccionado una serie de documentos con los principales puntos sobre los que sustentar su estrategia, con vistas al corto, medio y largo plazo, ya que las actividades turísticas suponen cerca del 9% del PIB aragonés.

En primer lugar, tal y como recogen los diferentes planes estratégicos de la región, existen cinco vectores sobre los que debe crecer el turismo aragonés: sostenibilidad, coordinación, gestión del conocimiento, comunicación y gestión del producto. Cabe recordar, en este punto, que en los últimos años previos a la pandemia, Aragón alcanzó varios máximos históricos, tanto en número de visitantes como en pernoctaciones, que en el pasado 2022 ya logró recuperar, recibiendo a más de siete millones de turistas que generaron un impacto económico directo cercano a los 1.500 millones de euros.

Ahora, tal y como marcan desde el Ejecutivo aragonés, el objetivo debe ser fomentar un modelo de turismo sostenible que permita, en primera instancia, el uso óptimo de sus recursos medioambientales. Un fin en la línea de lo marcado por la Agenda 2030 y por las altas instancias europeas, en el que habrá que andar con cuidado en los próximos años, con el polémico proyecto de la unión de estaciones como cuestión clave a resolver. Asimismo, el modelo sostenible prima el respeto a las peculiaridades socioculturales, en cada uno de los rincones del territorio, así como la integración de las comunidades locales en actividades turísticas y, por ende, la generación de empleo que permita usar el turismo como caballo de batalla frente a la galopante amenaza de la despoblación.

Ser conscientes de las debilidades

Una serie de marcas que Aragón quiere alcanzar para convertirse en un referente nacional e internacional, para lo que también debe ser consciente de algunas de sus debilidades. Algunas de ellas responden a la logística, como sus carencias ferroviarias o la infrautilización comercial de sus aeropuertos, así como los problemas que acechan al mundo rural debido al déficit de servicios y a la falta de digitalización. El turismo debe ser, por tanto, un compañero del resto de los aparatos económicos de la comunidad. Convertirse, en definitiva, un aliado, y no una amenaza. Precisamente, el Aragón del futuro también deberá contemplar algunos de los peligros que se ciernen sobre sus posibilidades, especialmente los referidos al cambio climático, volviendo a poner el foco en el cómo afectarán a turismos dependientes del clima, especialmente el de nieve.

Su tono rural, sus paisajes vírgenes o su exquisita gastronomía son virtudes a potenciar

Por otro lado, no todos los esfuerzos recaerán sobre la explotación paisajística. La exquisita gastronomía de la que dispone la comunidad en todos sus rincones, unida a su excelente producción de vinos, son solo algunos de los ejemplos sobre los que Aragón debe invertir, cuidar y promocionar para asegurarse un futuro mejor. Tampoco hay que desdeñar otros tipos de turismo, como el religioso, desde la enorme atracción que genera la Basílica del Pilar hasta festividades más concretas, como la Semana Santa calandina.

Así pues, la comunidad y su turismo deben caminar, esquiar y viajar de la mano para consolidar una mejor atmósfera, en la que poder explotar todo lo que esta puede ofrecer, pero siempre desde el respeto a sus costumbres, paisajes y singularidad. Respeto desde dentro y desde fuera. El turista del futuro lo agradecerá. Aragón, también.

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