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PRÓXIMO ASCENSO AL KILIMANJARO

María Ciudad cumple su sueño y tiene nuevo reto

El encuentro con Oiarzabal fue en el Moncayo.  | SERVICIO ESPECIAL

El encuentro con Oiarzabal fue en el Moncayo. | SERVICIO ESPECIAL

LA CRÓNICA

EJEA DE LOS CABALLEROS

La vida de María Ciudad Romero, natural de Bardenas y vecina de Ejea, es una historia de lucha, montaña y esperanza. Pese a convivir desde los 15 años con fibromialgia y otras enfermedades crónicas, María ha hecho de cada cumbre una victoria personal. Su último logro no ha sido alcanzar una cima, sino cumplir un sueño: conocer y compartir ruta con Juanito Oiarzabal, uno de los nombres más grandes del alpinismo español.

«Le escribí un día para poder conocerlo y al siguiente me llamó. Me dijo que había leído mi historia y que le gustaba la línea que sigo. No dudó en apoyarme para dar más visibilidad a esta lucha diaria», cuenta emocionada. El encuentro se produjo en el Moncayo, donde ambos disfrutaron de una ascensión que María recuerda como «un lujo y un honor». La conexión fue tan buena que ya planean volver a verse, esta vez en Ejea: «Le haré unas migas y costillas para que se vaya contento», bromea.

María ha logrado conquistar cimas que muchos considerarían imposibles: el monte Tubqal en Marruecos, más de veinte tresmiles pirenaicos y, en noviembre de 2024, el campo base del Everest. En cada ascensión ondea su bandera con los escudos de Ejea, Bardenas, sus hijos y sus padres. «Cuando llego a la cima, el cerebro se me renueva. La montaña me da vida», afirma.

Ahora su mirada está puesta en un nuevo desafío: el Kilimanjaro (5.895 metros), el techo de África, al que intentará llegar el próximo 16 de febrero. Antes deberá pasar por una quinta operación quirúrgica en Barcelona, pero su determinación sigue intacta. «Quiero recuperarme pronto, ver otra vez a Juanito e intentar hacer cumbre con mi bandera bien alto». Esa bandera que luce con los escudos de Ejea, Bardenas, sus hijos, sus padres y todas las enfermedades crónicas que sufre desde muy cría. «Que se vea que seguimos luchando», concluye.

Con una sonrisa permanente y una fuerza inquebrantable, María Ciudad sigue demostrando que los límites del cuerpo no pueden frenar los sueños del alma.

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