Ojalá una bola de cristal dejara ver (o al menos intuir) qué pasará en este 2022 con la pandemia. Es difícil aventurarse cuando si algo ha evidenciado la crisis sanitaria del covid es que no hay parámetros fijos y que la incertidumbre marca el ritmo. En cualquier caso y atendiendo a los expertos, parece ser que esta última explosión de contagios que asola al país (y al mundo) puede ser el final o, al menos, el inicio de los últimos coletazos del coronavirus.

Eso hace prever un 2022 más optimista que podría suponer el renacer tras más de un año y medio de medidas, de restricciones cambiantes, de planes de última hora, de ilusiones que se han ido al traste y de una luz al final del túnel que, a pesar de la vacunación, no se vislumbra con nitidez.

Con la esperanza puesta en los próximos doce meses, la sociedad desea volver a la vida rutinaria de prepandemia. Sin embargo, las siete olas de covid que han azotado a Aragón obligan a hacer cambios y, en concreto, a repensar el sistema sanitario. Este ha estado al límite en muchos momentos y, precisamente ahora, soporta el mayor volumen de contagios de covid de toda la pandemia con una presión asistencial desbordada a todos los niveles.

No debemos olvidar que no solo existe el coronavirus en los centros de salud, porque también hay vacunación, gripe, catarros, patologías crónicas, consultas y derivaciones a pruebas diagnósticas, otras enfermedades y burocracia. La Atención Primaria es, sin duda, el buque insignia de la sanidad pública porque es la puerta de entrada del ciudadano, pero está más mermada que nunca. Así lo denuncian a diario los trabajadores y los sindicatos, pero también lo han reconocido en el Gobierno de Aragón al asegurar que necesita de una reorganización.

Varios ciudadanos esperan, a las puertas del centro de salud Picarral, en Zaragoza, para ser atendidos en Atención Primaria. JAIME GALINDO

En los últimos días se han limitado los rastreos para aliviar la demanda. El personal no da abasto, las plantillas están exhaustas y las bolsas de contrataciones están vacías. Esa falta de recursos humanos pasa por dar más estabilidad a las plazas y lograr una reducción de la temporalidad en 2022 con contratos que debería afianzarse. Si en algo están de acuerdo todos los sectores es que sin la sanidad pública esta pandemia hubiera sido inasumible en todos los sentidos.

Las ‘otras cosas’

Si la variante ómicron del covid es realmente la última que va a causar estragos, 2022 bien podría ser el año de las otras cosas. En Aragón se está pendiente, por ejemplo, del nuevo centro de salud del Barrio Jesús de Zaragoza, de los hospitales de Teruel y de Alcañiz o de otras infraestructuras sanitarias.

Más allá de eso, hay cuestiones y líneas estratégicas referentes a la promoción de la salud y al bienestar que han quedado solapadas, a la vez que se han ido agudizando por los efectos de la pandemia. Son los problemas relativos a la salud mental (cuyo plan está pendiente de aprobarse), a la soledad de los mayores o los trastornos de cualquier conducta, sobre todo entre los jóvenes. Este colectivo, como todos, ha tenido que adaptarse a las circunstancias, pero su forma de relacionarse, en edades adolescentes y con un confinamiento de tres meses impuesto, requiere ahora de máxima atención no solo sanitariamente, sino también en el plano educativo.

La enseñanza, camaleónica, se ha ido adaptando en cada momento y las aulas se han demostrado como espacios seguros, pero también hay alumnos que han quedado rezagados por un modelo inicial semipresencial que no dio los resultados académicos esperados en ciertas materias. Actualmente, la vuelta a las clases tras la Navidad no está garantizada al 100%. De hecho, esta próxima semana hay una reunión prevista entre representantes del Ministerio de Sanidad, de Educación y de Universidades para ver cómo será el retorno y si se aprobarán protocolos específicos.

Si lo que pase en 2022 es solo un poco mejor de lo que ha sido este incierto y pandémico 2021, cuando nos las prometíamos tan felices por la vacunación y ya veíamos el final, algo se habrá andando. Ojalá una bola de cristal.