El Lunes Santo es noche de vía crucis y de parroquia en la capital aragonesa, pero ayer no fue posible. La previsión era de lluvia, hasta rayos se vieron en el cielo, y los malos presagios se cumplieron justo en el momento en el que las puertas de los templos de Santa Engracia, San Cayetano, Los Dolores y San Miguel se abrían a golpe de tambor. No estaban sus titulares en la calle, estaba el miedo a una Semana Santa pasa por agua.

A primera hora de la tarde había esperanza en todas las hermandades zaragozanas. Lo complicado se espera, previsiblemente, para Jueves Santo en adelante. De ahí que, por ejemplo, La Llegada, en el barrio Oliver, pudiera hacer su procesión con el Cristo de La Paz, sin tener ningún problema. Fue la primera en hacerlo y eso jugó a su favor. Una hora y media más tarde hizo su salida Las Negaciones desde San Lamberto, a las 20.30 horas, y ya todo cambio. No consiguieron finalizar el recorrido con su Cristo de La Acogida. A partir de ahí todo se truncó y se deslució.

Media hora más tarde hizo su salida Los Dolores en el barrio de San José. Tras caminar cien metros y que varias gotas mojaran el rostro de la dolorosa que con tanto fervor rinde culto este barrio zaragozano, el párroco y la hermana mayor decidieron realizar el acto en el interior del templo.

Misma decisión tomaron desde El Nazareno. Todo lo tenían previsto, incluso, procesionar delante de la iglesia de La Magdalena, que abrió recientemente tras 17 años de restauración, pero no fue posible. Su hermano mayor y el resto de miembros de la junta decidieron, ante la posibilidad de lluvia, no salir y evitar que daños, especialmente, en la talla de Jesús Nazareno, que data del siglo XVII y que tanta fe arrastra en la ciudad.

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Lunes Santo en Zaragoza CHUS MARCHADOR

De forma acertada realizaron el vía crucis en el interior de la iglesia y trasladar, si no llueve, los dos pasos el Viernes Santo por la mañana de cara a la procesión del Santo Entierro.

Quienes salieron y tuvieron que regresar con rapidez y nervios ante un aguacero digno de tormenta veraniega fueron los de El Calvario con su procesión de las Tres Caídas. Llegaron a poner plásticos a las tallas para evitar la lluvia, pero un manto de lluvia les hizo correr a resguardarse. Estaban en peligro algo importante: el patrimonio. Las Siete Palabras salieron. El ambiente cofrade bien sabe que la lluvia no evita que sus tambores y bombos, que comenzaron a sonar por primera vez en Zaragoza hace 50 años, se queden sin sonar. Lo hicieron acompañando al Cristo de Las Siete Palabras, de madera sin policromar, por lo que no sufre como otras tallas. Eso sí, recortaron el recorrido.

Veloces. Así procesionó La Exaltación que le llovió a mitad de camino sin opción de resguardarse. Hoy tocará mirar al cielo.