El Casademont Zaragoza ha ido a Rusia para ser campeón. Pero para llegar hasta el final hay que empezar por el principio y no habrá título ni gloria si el equipo no supera los cuartos de final. En ese primer paso le espera el equipo anfitrión, el Nizhny Novgorod (miércoles, 18.00 horas) en un Nagorny que abrirá sus puertas para un máximo del 60% de su capacidad, que es de 5.600 espectadores. Todos con guantes, mascarillas, distancia social, sin comida. Una final europea con público en las gradas, toda una rareza en estos tiempos, es un nuevo hito en la trayectoria del Casademont. Pasar a la historia requiere avanzar y jugar la final el domingo.

El equipo aragonés llega seguramente en su mejor estado de forma de la temporada tras la salida de Sergio Hernández y la llegada de Luis Casimiro. Le avalan sus últimos partidos, en los que ha mostrado lo que se esperaba de él desde el principio y que hasta ahora solo se había visto con cuentagotas. Además alcanza la final también sin percances de importancia en lo físico. Luis Casimiro puede contar con todos sus jugadores. Tiene a 14 en Rusia, por lo que deberá dejar a dos fuera.

El Nizhny Novgorod llega algo más descansado, puesto que jugó el último partido de Liga regular el 25 de abril. Juega en casa, en un gran acontecimiento para la ciudad, y delante de su público. Factores que, sin duda, habrá que tener en cuenta. Además, el conjunto de Zoran Lukic ha perdido a dos jugadores por el camino. No podrán disputar esta fase final ni Gankevich, que sufre una fractura en la mano izquierda, ni Platonov, que ha tenido que ser operado recientemente de apendicitis.

Para ambos, para los ocho que están en Nizhny Novgorod, este es el momento marcado en rojo en el calendario. Sobre todo para un club como el Casademont Zaragoza, ya consolidado en la ACB, con una trayectoria que se acerca a los 20 años de existencia, pero en la que no hay ningún trofeo en las vitrinas desde aquella Copa Príncipe del 2004. Ese es el siguiente paso para tomar un nuevo impulso, el anhelo de la entidad, el motivo por el que disputa la Champions.

La historia

Hay, además, otros motivos de carácter sentimental. Aragón no ha estado en muchas finales europeas y al deporte de la región ya le toca volver a poner una pica más allá de las fronteras nacionales. Acaban de cumplirse 30 años de la final de la vergüenza en Ginebra y el baloncesto aragonés sigue teniendo una cuenta pendiente en Europa. El Casademont es ahora el representante del basket en la comunidad y el que tiene la oportunidad no de vengar nada, sino de dar una alegría mayúscula a todos los aficionados que esta vez, para colmo, van a tener que quedarse en casa.

Para eso tendrá que ganar tres partidos de aquí al domingo, el primero esta tarde frente al anfitrión. Ambos se conocen, se han enfrentado dos veces en la fase regular, ambas con victoria aragonesa. Pero hace mucho tiempo de eso, el Casademont ha cambiado bastante, y además el conjunto ruso acababa de superar un brote de coronavirus que afectó a nueve jugadores de la plantilla y la mermó físicamente para ambos duelos. Aún así, el Casademont ganó en el Príncipe Felipe con un lanzamiento de ocho metros de Ennis en el último momento y en el Nagorny tuvo que hacerlo en la prórroga.

Ambos equipos han cambiado desde entonces, por lo que la referencia se diluye un poco. Más ha mutado el Casademont, que ya va por su tercer técnico del curso y que ha ido recomponiendo su plantilla hasta hace nada. Lo que tiene es lo que hay y con eso ha brillado en las dos últimas semanas en la ACB, dando pie a creer que puede competir contra cualquiera y llegar tan lejos como se proponga. En el Nizhny la principal novedad ha sido la incorporación de Andrey Vorontsevich procedente del CSKA de Moscú, que en los duelos que ha disputado promedia 14 puntos y 7.3 rebotes. No va más. Este es el momento cumbre, el más esperado del año. La gloria aguarda el domingo, hoy toca dar el primer paso.