Las alarmas se han encendido en el Casademont Zaragoza. Tras la accidentada pretemporada marcada por las lesiones sorprendió el esperanzador inicio de los pupilos de Jaume Ponsarnau, que, todo sea dicho, siempre pidió paciencia en el comienzo de curso ante los imprevistos. Pero desde la exhibición en Bilbao el equipo acumula cinco derrotas seguidas, la última la del debut en competición europea en Rusia.

Precisamente de ese partido se esperaba que fuera el punto de inflexión para recuperar una dinámica ganadora, en una competición en la que por nombre el Casademont debe ser uno de los favoritos para alzar el trofeo. Pero el choque acabó en tragedia después de que los zaragozanos se disolvieran como un azucarillo tras el descanso y acabaran encajando 100 puntos y perdiendo de 20. Más que el abultado resultado, que también, comienza a preocupar sobremanera las sensaciones que transmite un equipo que lleva semanas en la lona y que no da muestras de ni tan siquiera de poder levantarse y competir.

Como los cangrejos, el equipo parece que retrocede en vez de avanzar. Nada queda del equipo que se vio en las dos primeras jornadas y que a punto estuvo de conseguir su mejor arranque histórico. Precisamente esas dos tempranas victorias dan aire a un equipo que actualmente es el que peor racha lleva de toda la Liga ACB. Y es que el Casademont afronta ya el segundo mes de temporada oficial y el crédito del discurso de la necesidad de adaptación y del aprendizaje se comienza a agotar porque la competición no espera a nadie.

Se ha hablado mucho de la falta de acierto en ataque de los aragoneses y de sus bajos porcentajes en el tiro, pero el equipo, salvo desconexiones puntuales, daba la sensación de defender correctamente y estar siempre en el partido a pesar de sus errores. Imagen que en los dos últimos choques ante el Tenerife y el Saratov ha desaparecido. Los rivales están anotando con demasiada facilidad, se conceden demasiados tiros a hombres liberados sin oposición, ya que las ayudas llegan tarde, y por si eso fuera poco, el problema endémico en el rebote otorga demasiadas segundas opciones.

El rendimiento de los jugadores

Las pobres sensaciones que transmite el equipo se entienden a la perfección si se hace un repaso de los puestos clave en la cancha. Los bases no están consiguiendo dirigir el juego con eficacia y elevar la fluidez de la circulación del balón Con Sipahi se buscó un parche que de momento no funciona. San Miguel no está en su mejor momento físico y al canterano Javi García no se le puede cargar con tanta responsabilidad.

En las posiciones exteriores, Mobley está dejando pinceladas del gran anotador que es pero, para ser la mayor referencia ofensiva del equipo, se muestra demasiado intermitente. Algo similar ocurre con Okoye, que está tratando de recuperar el nivel que ofreció en su primera etapa en Zaragoza pero de momento anda lejos. Radoncic también parece contagiado de la mala dinámica del equipo y la nota más positiva la está dejando el recién llegado Waczynski que se ha erigido como el mejor tirador del Casademont hasta el momento. Por dentro McLean es el interior que mejor está funcionando pero sufre al encontrarse con contrincantes de mayor estatura. El belga Vanwijn deja detalles pero le falta consistencia y Hlinason no está dando ese paso al frente que se esperaba de él esta temporada.

La conjunción de todos estos factores nos muestran la realidad de lo que a estas alturas de temporada es el Casademont, un equipo al que se le intuye potencial pero que ha chocado de frente con rivales mucho más físicos, mas hechos y más trabajados que los zaragozanos.

Por suerte, y tras una racha de partidos prácticamente sin tiempo para descansar ni entrenar, el equipo afronta una semana casi completa sin partidos (este fin de semana descansa por el adelanto del partido contra el Barcelona en el Palau) que Ponsarnau debe invertir en reconstruir y ensamblar un bloque que parece que se cae a pedazos y que necesita encontrar una cohesión que lo haga un grupo más sólido de lo que ha podido demostrar hasta ahora.