Un tipo jovial, alegre, extrovertido, bromista, bonachón. Quienes le conocieron recuerdan así a Stevan Jelovac, fallecido este domingo a los 32 años tras sufrir un ictus, un jugador que dejó huella en su paso por el Casademont, una persona de las que no se olvidan. Willy Villar, quien le trajo a Zaragoza, Andreu Casadevall, su entrenador durante un año, y Pedro Llompart, compañero de aquellas temporadas, recuerdan su figura.

«Era un chico muy alegre, muy extrovertido. Él se dirigía siempre a mí como jefe, que no es algo muy habitual. Desde el primer día, y con la voz alta, siempre me saludaba, ‘qué pasa, jefe’, pero incluso cuando ya no estaba en Zaragoza. Es una frase que ahora me retumba. Teníamos esa complicidad y era un chico que sabía disfrutar de la vida, era un extrovertido, muy jovial», recuerda Willy Villar, ahora director deportivo del Gran Canaria.

Andreu Casadevall llegó a mitad de la temporada 2015-16 y enseguida vio el talento que tenía delante. «Fui muy exigente con él porque tenía esa manera de jugar, con algunos tiros que no venían a cuento. Pero con todo lo que parecía en la pista, que parecía que solo pensaba en él, luego siempre tenía esa preocupación por si lo estaba haciendo bien, por si estaba corrigiendo como le pedíamos», explica el técnico, que desvela que ese interés por el equipo les llevó a comer varias veces juntos.

También con Villar hablaba mucho, muchísimo, de baloncesto. «Recuerdo tener con él conversaciones más serias hablando de que tenía que mejorar cosas y siempre escuchaba y te agradecía las palabras con humildad, ‘vale, lo intentaré hacer’. Nunca tuvo una mala reacción, y eso que a veces le metía caña», rememora el canario. Una relación que continuó después. «Tenía un pasión muy grande por el baloncesto, conocía a todos los jugadores y opinaba de todo. Uno siempre utiliza a los jugadores que tiene para pedir información y él conocía tanto que hablaba mucho con él. Como le gustaba mucho el basket se preocupaba por todo, tenía buen criterio y hablábamos mucho de baloncesto».

«Era muy buen compañero. He jugado con otros serbios y no eran tan dicharacheros, él no era el típico serbio, era muy abierto, simpático, le gustaba mucho hablar. Era un tío entrañable, muy buena gente», rememora Pedro Llompart. «En ese momento, además, con dos partidos a la semana y muchos viajes, era una persona que siempre sumaba en el grupo», añade el base, aún impactado por su pérdida. «Es una pena, toda la vida lejos de tu familia, haciendo carrera para después poder disfrutar de ellos y que todo se acabe tan pronto. Las noticias no eran buenas pero siempre esperas que una persona joven, deportista, tenga una reacción positiva. No ha sido así y es bastante dramático».

Su integración en Zaragoza fue total. «Se involucró mucho, iba a ver los partidos del LEB Plata, del júnior, hacía visitas culturales, estaba muy pendiente de los jóvenes de la cantera. Era extrovertido y siempre estaba con la guasa, con ese puntito de que era un joven viejo, un tipo que se notaba que había vivido. Llegó joven a Zaragoza pero ya había tenido esas vivencias. Y más allá de las palabras, lo fichamos por un año y luego lo renovamos dos años más y eso solo pasa porque piensas cosas buenas de él, como jugador y como persona», recuerda Willy Villar.

«En la pista tenía su manera de ver las cosas, era un grandísimo anotador, y en el fondo era un bonachón que siempre se preocupaba de los compañeros y del equipo. Una de esas personas a las que enseguida le coges cariño», rememora Casadevall. «Era individualista pero porque él lo que sabía hacer era meter. Si tú metes 15-20 puntos de media, vas a pasar poco. Y casi prefieres que jugadores así no den asistencias», indica Villar, el ‘jefe’ del malogrado Jelovac.