El Casademont Zaragoza no funciona, ni mejora, ni transmite buenas sensaciones, ni consigue los resultados esperados. La nueva derrota, en esta ocasión en casa frente al Gran Canaria, ha aumentado un poco más la preocupación y el descontento con el equipo en el seno del club. La entidad no descarta ningún escenario ni con el entrenador ni con la plantilla, pero por el momento no mueve pieza ni en un sentido ni en otro.

Los problemas del Casademont son muchos. La plantilla está mal estructurada desde el principio y los sucesivos cambios que se han producido no han mejorado esas deficiencias, mientras todos los equipos de la zona baja de la clasificación se están reforzando de verdad. Además, el rendimiento que el cuerpo técnico está sacando a los jugadores está por debajo de su capacidad en la mayoría de los casos. El resultado es que el equipo solo ha sumado ocho victorias en 22 partidos y el descenso es una amenaza muy real.

El crédito de Jaume Ponsarnau sigue agotándose en una temporada tremendamente irregular en la que el club ha estado sondeando el mercado de entrenadores sin decidirse a dar el paso de manera definitiva. Ponsarnau tiene, además, un año más de contrato con el club aragonés. No existe una fecha límite para decidir sobre su futuro, pero el nuevo director deportivo, Toni Muedra, calificó de claves estos primeros partidos tras el parón y que serán los resultados los que marquen su continuidad. El Casademont recibe el sábado al Tenerife y después viaja a Valencia y a Burgos, un partido que puede ser decisivo para la suerte del equipo.

El club optó finalmente por no tocar nada sustantivo durante las pasadas semanas, tan solo se produjo la salida de Ramón Vilá para aceptar la oferta que le llegó desde Granada y el regreso de Jaime Fernández para sustituirle. El cambio de director deportivo no tuvo una consecuencia inmediata en el equipo ni en el cuerpo técnico y la entidad apeló finalmente al tiempo disponible, veinte días, para poder trabajar con toda la plantilla y buscar las soluciones con lo que ya había.

Por eso el partido frente al Gran Canaria fue especialmente decepcionante, porque resultó más de lo mismo. Frente a un rival no especialmente potente ni de un nivel inalcanzable, precisamente, el Casademont volvió a mostrar todas sus carencias. Quizá la más preocupante es la fragilidad de un grupo que se muestra incapaz de levantar diez puntos de diferencia, que se deshace con demasiada facilidad en cuanto el partido se tuerce ligeramente.

Esa debilidad le hace no ser un equipo competitivo y le ha hecho perder ya 14 partidos, algunos frente a rivales directos. Tiene el averaje perdido contra el Fuenlabrada, ahora también con el Gran Canaria, perdió por 21 puntos frente al Burgos, debe recuperar 5 al Obradoiro y defender 10 contra el Betis. Con tanta igualdad en la clasificación ese puede ser un factor decisivo. Ya le salvó del descenso una temporada.

Más allá de los números, las sensaciones no ayudan ni invitan al optimismo. El juego del equipo no ha mejorado después de estas tres semanas y cada vez hay más jugadores diluidos ante la falta de recursos tácticos para atacar. El Casademont se ha quedado sin puntos. Uno de los casos más sorprendentes es el de Mobley que, después de demostrar que es capaz de anotar 20 puntos por partido, se ha visto desplazado de la rotación por un base. Bone vino para recomponer el puesto de uno pero es el escolta titular. Waczynski es un buen tirador, de lo mejor del equipo esta temporada, pero debe generarse sus propios lanzamientos.

Por dentro no mejora el panorama, con un Vanwijn que no aporta ni tiro ni físico, un Thompson que hace lo que puede en el cinco siendo un cuatro y un Hlinason al que le llegan muy pocos balones y no termina de explotar todo su potencial. El ataque acaba siendo una cuestión individual, sobre todo en cuanto la cosa no funciona, y la defensa tampoco es uno de los fuertes de este equipo. Es de los que más puntos encaja de la competición. Este Casademont Zaragoza no funciona y la temporada entra en su recta final.