Casademont Zaragoza
La fiesta del baloncesto aragonés y la cantera del Príncipe Felipe
El fin de semana de celebración resultó redondo para el Casademont Zaragoza, que se está acostumbrando a contar los partidos en su hogar por victorias

El grupo de animación ‘Inchas Lleons’ celebran una acción durante el duelo ante el IDK. / Miguel Ángel Gracia
Año tras año las temporadas del Casademont Zaragoza se cimentan desde lo que son capaces de hacer los dos equipos, masculino y femenino, en el Príncipe Felipe. El pabellón es el reducto en el que los aragoneses sacan fuerzas de flaqueza cuando vienen mal dadas y en el que se gustan cuando las cosas salen bien. En una temporada, hasta el momento en el que solo se han escapado dos victorias del fortín zaragozano, el fin de semana del baloncesto aragonés fue el perfecto reflejo de la importancia del Felipe para el club.
A sabiendas de ello, aprovechando la celebración, el Casademont puso precios especiales para los encuentros ante el Bilbao Basket y el IDK Euskotren y la entrada combinada de los dos partidos costaba 15 euros. A pesar de ello, la asistencia tanto en los chicos (6.297 espectadores) como en las chicas (4.672) no distó mucho de la afluencia habitual jornada tras jornada. Pero, más allá del número de aficionados, la atmósfera que se crea en el Príncipe Felipe es la que marca la diferencia.
Solo así se explica las dos caras que están mostrando los dos equipos aragoneses como locales y visitantes y mucho, o casi todo, tiene que ver con el rugido de una afición crítica pero fiel. Además, lo mejor de todo, pensando en el futuro, es que hay cantera. Y mucha. Cada vez se ven más niños y familias los que se dejan ver por el Felipe semana tras semana, un fenómeno que sigue in crescendo que comenzó con el exponencial crecimiento del equipo femenino.
El vínculo de la afición con las jugadoras sigue latente a pesar de que de las que crearon esa conexión quedan pocas. Ese modelo de cercanía, especialmente con los más pequeños, lo están también adoptando los chicos. El mejor de los ejemplos lo tiene el Casademont en sus capitanes. El sábado era Yusta, tras su exhibición con España, el más aclamado por los aficionados y el madrileño no se marchó al vestuario hasta que todo aquel que quería una foto con él se llevó ese recuerdo.
No fue menos Mariona, una de las que resiste del equipo campeón de Copa, que ha entendido perfectamente cuál es el camino a seguir para que el auge del baloncesto femenino no sea pasajero. Mientras tanto las caras de felicidad de los niños y no tan niños en el Felipe son las mismas que las de los jugadores del Casademont cuando saben que toca jugar bajo el calor de su casi inexpugnable hogar.
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