Tres jueves hay en el el año que relucen más que el sol, pero este Corpus Christi todavía ha sido más especial tras el parón de la pandemia en Daroca. Centenares de vecinos, fieles y visitantes llenaron unas calles llenas de pétalos de flores para participar en la procesión y en la eucaristía en la iglesia colegial de Santa María oficiada por el arzobispo de Zaragoza, Manuel Escribano. Las altas temperaturas por la ola de calor no deslucieron esta tradición.

La corporación de la Diputación Provincial de Zaragoza (DPZ) estuvo, como es ya habitual, presente y encabezada por el presidente, Juan Antonio Sánchez Quero, y la vicepresidenta, Teresa Ladrero. "La Diputación acompaña desde hace décadas a los daroncenses en este día tan especial en el que se conmemora el milagro de los Corporales. Es un honor formar parte de este día grande que desde 2006 está reconocido como Fiesta de Interés Turístico de Aragón", afirmó Sánchez Quero, quien añadió: "Es una alegría que tradiciones como el Corpus vuelvan a celebrarse después de estos años tan complicados y que los vecinos de los municipios puedan volver a disfrutarlas".

Desde la década de los sesenta, es costumbre que la institución provincial acuda como corporación a la fiesta de los Corporales en respuesta a la invitación que cada año le cursa el Ayuntamiento de Daroca. Como todos los años, la asistencia de los diputados provinciales fue voluntaria y acudió una veintena.

La celebración de los Corporales, declarada Fiesta de Interés Turístico de Aragón, es el acto central de las fiestas del Corpus de Daroca, que este año se celebran del 11 al 19 de junio.

Sánchez Quero y Ladrero junto a otros diputados de la DPZ en la procesión de los Corporales. EP

Daroca celebra el jueves del Corpus, su día más especial de las fiestas, con la procesión desde la plaza de la Colegial hasta la Torreta como el acto central. Una vez en las afueras de la ciudad, cada año se celebra un sermón desde al menos 1414.

El milagro de los Corporales de Daroca se remonta a 1238. El noble Berenguer de Entenza lideraba en las cercanías de Valencia compañías llegadas de Daroca, Calatayud y Teruel para hostigar a los musulmanes al sur del Júcar tras la conquista de Valencia por Jaime I. Los musulmanes sitiaron a los cristianos en el pueyo.

Berenguer de Entenza, ante el asedio, ordenó a mosén Mateo, clérigo de la iglesia de San Cristóbal de Daroca, que celebrara una misa. Durante la misma y al levantar el sacerdote el paño donde se guardaban seis hostias, estas estaban empapadas en sangre. El hecho se consideró como un milagro y los cristianos se lanzaron a la lucha encabezados por el cura, que sobre un asno blanco mostró durante la batalla las hostias ensangrentadas. Los musulmanes fueron derrotados.