Alrededor de 700 mujeres procedentes de pueblos de toda España se reunirán en Huesca, el próximo 4 de octubre, para participar en una jornada en la que se abordarán los retos a los que se enfrentan las mujeres y el futuro en los pueblos. El acto, organizado con motivo del Día Internacional de la Mujer Rural, pondrá sobre la mesa una realidad: los emprendimientos rurales liderados por mujeres tienen una tasa de supervivencia superior que los que lideran en el medio urbano.
Esta situación la expone la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur). Su presidenta en Aragón, Carolina Llaquet, apuntó a la necesidad de apostar por el emprendimiento femenino rural, ya que es «una de las vías imprescindible» para fijar población en el medio rural.
«Las mujeres del medio rural queremos seguir viviendo en nuestros pueblos con un papel activo» porque «cada vez son más las mujeres que apuestan por emprender, por montar negocios y empresas en su territorio, con todo el impacto positivo que eso tiene, con la creación de un empleo de calidad y estable, que no se deslocaliza como puede ocurrir con empresas que vienen de fuera de nuestras fronteras», señaló.
Para marcar los retos se han establecido cuatro diálogos. Por un lado, las buenas prácticas en desarrollo rural liderados por mujeres- Por otro, la colaboración público-privada como generadora de oportunidades de desarrollo. También el apoyo a la cultura y, por último, la participación pública de la mujer en el medio rural, su presencia en órganos municipales de gobierno y en la toma de decisiones como parte activa de la sociedad rural.
Llaquet manifestó que «las diferencias» entre el mundo rural y el urbano «se han desdibujado», consideró. «Una mujer rural ya no es la señora que estaba con el delantal dando de comer a las gallinas, porque en el medio rural se pueden hacer muchas cosas porque las nuevas tecnologías han llegado y cada vez las mujeres quieren más quedarse en sus pueblos», argumentó.
Añadió que el proceso es «a la inversa de lo que ocurría hace cuarenta o cincuenta años», cuando las madres decían a sus hijas que estudiasen para salir del pueblo porque allí no había futuro. «Ahora nos encontramos con que las hijas y nietas de las que se marcharon quieren volver a vivir en sus pueblos porque buscan una calidad de vida»», indicó.