La versión cinematográfica de Astérix y Obélix que dirigió el cineasta francés Claude Zidi fue el referente de Javier Fesser a la hora de adaptar el universo de Mortadelo y Filemón. Su decisión fue hacer todo lo contrario: no buscar estrellas sino calcos de los disparatados agentes. Así, la búsqueda de los protagonistas de La gran aventura de Mortadelo y Filemón , que se estrena este viernes, se convirtió para el equipo de casting en una hazaña digna de la TIA. "No había suficiente con que los actores se parecieran. Tenían que ser clones, fotocopias de los dibujos originales de Francisco Ibáñez", dice Fesser.

El surrealismo que rodea a estos antihéroes atrapó a Fesser desde bien pequeño. La lectura de sus historietas siempre le ha robado horas de sueño. No en vano, la película la vio clara cuando estaba durmiendo. "Me los imaginé en sueños. Mortadelo y Filemón me hablaban", confiesa sin rubor el director de El milagro de P. Tinto . Al despertar, Fesser no tuvo dudas. Este par de zoquetes resultan más humanos que cualquiera de los superhéroes de plástico que trepan por los decorados de Hollywood. "Se parecen a nosotros". Es más fácil identificarse con ellos que con Batman o Spiderman. Su capacidad de recuperación es una cualidad que el director admira en ellos y que, en cierta manera, emerge como una metáfora de la personalidad humana. "Después de recibir un gran golpe, Mortadelo y Filemón se levantan y vuelven a la vida de antes. ¿A qué persona no le ha ocurrido algo capaz de hundirle en la miseria y se ha repuesto?"

El hallazgo de Mortadelo parece escrito en un cuento de hadas. "Fue toda una investigación policial", bromea el realizador. Al final, como muchas cosas de esta vida, el encuentro fue fruto de la casualidad. Tras grabar a cientos de aspirantes, el maquillador le enseñó a Fesser unas fotografías en las que Benito Pocino aparecía, cual Mortadelo, disfrazado de vagabundo.

Tal personaje salió en Makinavaja , la serie basada en el cómic de Iv . De eso hacía 15 años y, en todo ese tiempo, nadie sabía nada de este actor que siempre había hecho papeles secundarios. "¡Encontradlo donde sea! ¿No lo veis? ¡Es Mortadelo!", gritó Fesser. Costó, pero al final lo consiguieron. Pocino había cambiado los platós por la oficina de correos de Barcelona. Trabajaba de cartero. "Cuando lo vi, me emocioné", recuerda. Filemón salió del casting . El elegido fue Pepe Viyuela.

Mortadelo, con su capacidad innata para meterse en líos, es la vedette de las viñetas de Ibáñez. Fesser optó, en la primera redacción del guión que escribió con su hermano Guillermo --el de Gomaespuma--, prestar especial atención a Filemón. Esta decisión no estaba exenta de riesgo. Ibáñez discrepó y, tras analizar la historia, Fesser equilibró la presencia de ambos. "El que tiene importancia en esta historia es Mortadelo. Filemón es su interlocutor. Su razón de ser es que el otro no parezca tonto hablando solo por ahí", asegura Ibáñez, que antes del rodaje pensaba que el guión era "un poco rollo". El dibujante intentó agilizar diálogos y añadir algún gag . "Fesser me decía: ´Tranquilo, cuando lo veas en pantalla será distinto´. ¡Qué razón tenía! La película es pura acción y movimiento. Cuando la vi, me quedé pasmado. Tiene mérito: lo ha conseguido".

No en vano hace 45 años que estos atolondrados agentes habitan en la cabeza de Ibáñez. "Si han aguantado es por la dedicación, el trabajo y el empeño de tenerlos al día". Así pasaron de trabajar en una modesta oficina a ingresar en la mismísima TIA (agencia de Técnicos en Investigación Aeroterráquea), una gran parodia de la CIA. El superintendente Vicente, al que encarna Mariano Venancio, mantiene en el cine su habilidad para comunicarse con sus agentes en los lugares más insospechados.

En sus primeros años, Mortadelo no se despegaba de su paraguas ni Filemón de su pipa y ambos llevaban sombrero. Eso sí, desde el principio uno se disfrazaba y reía y el otro ejercía de jefe y se enojaba. Lo que no ha cambiado nunca es su aspecto físico. Desde 1958, Mortadelo va con levita y Filemón, con pajarita. "Si cambias su vestimenta, te cargas a los personajes. Por mucho que actualice las historias, Mortadelo no sería creíble con chupa y tejanos", considera el autor de sus viñetas.

ATIPICOS

Mortadelo y Filemón nunca han respondido a un patrón clásico. "No son musculosos, ni justicieros, ni rectos, ni siquiera buenos. Siempre han sido dos tipos de la calle, dos cabroncetes". Lo que sí ha variado son sus expresiones. "Antes, con la censura, iba con mucho cuidado con los textos". Los recórcholis y cáspitas han pasado a mejor vida, pero los personajes siguen recurriendo a un lenguaje peculiar con palabras poco utilizadas, como borricón, giliflautas o gorrerías.

Fesser no ha pretendido hacer una transcripción literal del cómic. No quería estar condicionado por el tebeo. "Quería trabajar con la misma espontaneidad con la que Ibáñez se sienta a dibujar", argumenta el cineasta. Su principal dificultad era dar consistencia a unos personajes que siempre han protagonizado historietas cortas. "Una película pide una buena dosis de emoción". El reto era dar solidez escénica a ese par de chapuceros.