Una oreja para Dávila Miura fue el único trofeo concedido en la corrida de ayer en Castellón en la que hubo toros para mayor divertimento, que, sin embargo, no aprovecharon convenientemente los toreros.

Se lidairon reses de Celestino Cuadri, el segundo como sobrero, bien presentados, aunque muy desiguales entre si, encastados y de juego muy variado. El mejor, el tercero.

Eduardo Dávila Miura: estocada corta (una oreja); y dos pinchazos, media tendida y tres descabellos (silencio tras un aviso).

Antonio Barrera: tres pinchazos y tres descabellos (ovación tras un aviso); y estocada y descabello (silencio).

Manuel Jesús El Cid : pinchazo y estocada (silencio); y estocada y dos descabellos (ovación tras leve petición de oreja).

El toro que abrió plaza tuvo un buen pitón derecho, a pesar de que la falta de fuerzas le hizo defenderse mucho. A Dávila Miura le costó cogerle el aire. Faena de menos a más, con cosas muy notables al final. Pero muy al final. Las series empezaron siendo cortas y sin hilván, hasta que el toro terminó afianzándose.

En el último tramo de la faena, Dávila lo tomó muy en corto para llevarlo lejos, naturalmente a base de aguantarle mucho. Fue un pasaje de plasticidad y emoción, de mucha firmeza y arrogancia por parte del torero. Y como epílogo, un parón muy a modo. Estocada y oreja. El único trofeo de la tarde.

Con el cuarto, un toro con gas pero sin fuerza, que terminaría embistiendo a arreones, Dávila no llegó a ponerle la muleta en el sitio y a tiempo. Jugó bien los brazos el torero, pero no tuvo continuidad el trasteo.

Antonio Barrera estuvo lo que se dice valentón frente al complicado segundo bis. El toro, reservón y midiendo mucho al torero, desrazado y deslucido, no pasó de las medias arrancadas, y encima muy descompuesto. Barrera se puso cerca, estuvo valiente, entre atragantones, aunque al final le vencieron las dudas. Hubo miedo en la plaza, mas no sirvió de nada, entre otras cosas por lo mal que mató. Sorprendente cambio en el quinto, con el que Barrera se mostró inseguro, sin valor ni imaginación. Es verdad que el toro fue malo, violento, de malas ideas, aunque no es de recibo que la fama de este torero sea precisamente de valiente.

Al Cid le correspondió el mejor toro de la tarde, el tercero, con el que estuvo bien, incluso muy bien en el comienzo de faena, que tomó altura desde el primer muletazo, por cierto, con la mano izquierda.