Los "maravillosos culos de Urculo". Así describe Mario Vargas Llosa el tema más célebre --junto con los sombreros-- de Eduardo Urculo, pintor encuadrado en la corriente del pop hispano que falleció ayer en Madrid a los 64 años. La última exposición del artista está celebrándose en China organizada por el Ministerio de Asuntos Exteriores. Culos, maletas, autorretratos de viajeros con sombrero y besos inspirados en el cine integran el imaginario del artista. Urculo murió por un infarto fulminante durante un almuerzo celebrado en la Residencia de Estudiantes de Madrid al que asistía Esperanza Aguirre, candidata del PP a la comunidad de Madrid.

El director de la Residencia, José García Velasco, declaró que el artista "estuvo encantador, vitalista y cariñoso hasta que se desplomó de repente". Entre los comensales figuraba el médico José Sancho Rof, que trató en vano de reanimarle hasta que llegó una ambulancia del 061. La ministra de Cultura, Pilar del Castillo, manifestó su pesar entre elogios al muerto: "Fue un hombre y un artista honesto. Tenía la fortuna de gozar de su amistad y él tenía todo mi afecto". Urculo había sido recientemente galardonado con la medalla de oro de las Bellas Artes que concede el Gobierno. José María Aznar envió un telegrama "de profunda condolencia" a la familia del pintor.

LOS INICIOS

Nacido en Santurce (Vizcaya), en 1938, Urculo vivió desde niño en Sama de Langreo (Asturias), donde trabajó como ayudante de topógrafo en una compañía carbonera. Una dolencia de pulmón le recluyó en la cama y estimuló su vena artística a través del cómic y la ilustración. Descubierta su vocación, huyó a París en 1959 y retornó a Madrid con un bagaje forjado a base de expresionismo figurativo y denuncia social. En 1967, de visita en Estocolmo, vio una exposición antológica del pop americano y se convirtió a la nueva religión, "la conciencia festiva del arte", según su propia definición. Más monotemático que Eduardo Arroyo o el Equipo Crónica, Urculo tuvo éxito comercial como artista, pero poca presencia en los museos.

En los años 70, la época del destape y el ocaso del franquismo, Urculo cultivó un estilo erótico, poblado de mujeres desnudas sólo ataviadas con medias y zapatos de tacón. El mismo Urculo explicaba que su catálogo de una exposición en el Museo Español de Arte Contemporáneo fue secuestrado por orden de Carrero Blanco. "Lo tiró en un consejo de ministros diciendo que estaba harto de pornografía".

Aunque Urculo aparcó su obsesión erótica, no renunció a las nalgas y eligió a Barcelona como "la primera ciudad occidental que tiene un monumento al culo". El monumento homenajeaba a Santiago Roldán, uno de los promotores de los Juegos Olímpicos. El motivo del culo lo repitió después en Oviedo.

Tras experimentar cierta fascinación por las vacas, símbolo de la fertilidad, Eduardo Urculo dio en los 80 con el filón que le hizo popular. Se autorretrató cientos de veces con sombrero o con maleta, de espaldas y a veces con gabardina, en composiciones melancólicas y solitarias. Ayer, el pintor Julio López calificaba estas imágenes de "iconos que han marcado esta época de la pintura española y que ya son un clásico".

En su última época Urculo se decantó por Oriente, una relectura del cubismo y un homenaje a Nueva York, donde rescató el viejo perfil de Manhattan de antes del 11-S.