"Simplemente se durmió". Gregory Peck murió así a los 87 años, tranquilo, en silencio, entrando en un sueño definitivo mientras su segunda esposa, Véronique, le estrechaba la mano. Era la noche del miércoles y el cine perdía en Los Angeles a uno de sus actores más dignos y nobles, un hombre que deja en filmotecas y recuerdos décadas de un trabajo impagable.

"No quiero hacer, si puedo evitarlo, nada mediocre", había dicho Peck en 1989. Su extensa filmografía --en la que figuran películas como Matar a un ruiseñor , Duelo al sol y Recuerda -- confirma que lo logró.

"Se había hecho mayor y más frágil", explicó ayer Monroe Friedman, el portavoz de la familia que dio a conocer su muerte. "No estaba enfermo. Pero es como si hubiera terminado ya de correr su carrera".

El actor llevaba años alejado del celuloide, al que volvió por última vez en Una conversación con Gregory Peck , un documental dirigido por una de sus hijas, Cecilia, que la familia presentó en Cannes en el 2000.

NOSTALGIA DEL PASADO

Peck, con el mismo porte elegante que con su 1,90 iluminó las pantallas, miró al pasado y lo hizo con nostalgia. "Hollywood era antes un lugar más glamouroso y quizá más humano que hoy. Era un lugar más divertido para trabajar", dijo. Recordó entonces un encuentro con Groucho Marx. Ambos iban cada mañana silbando a trabajar.

Peck no cobraba los sueldos millonarios de las estrellas de hoy. "Nací demasiado pronto", bromeó. Pero vivió y ayudó a grabar en las retinas una época de oro, en la que trabajó con intensidad y libertad, sin atarse nunca en exclusiva a un estudio.

Eldred Gregory Peck había nacido el 5 de abril de 1916 en La Jolla (California). Sus padres se divorciaron cuando era un niño y él se quedó con su abuela materna, que una vez por semana le llevaba al cine.

Tras su paso por una academia militar católica llegó a la Universidad de Berkeley con la intención de estudiar Medicina, pero acabó matriculado en Filología inglesa. Y en el último año, cuando alguien se le aproximó para participar en una obra de teatro, nació el actor.

Tras cinco obras en su último año en el campus llegaron el viaje a Nueva York con 195 dólares en el bolsillo, los estudios con Marta Graham, los trabajos como guía de la NBC y, por fin, Broadway. Allí apareció el primer éxito. Y en 1944 debutó en el cine con Days of glory .

Ese mismo año rodó Las llaves del reino , la película que le valió la primera de sus cinco nominaciones al Oscar. Su romance con la estatuilla culminó en 1962 con el papel del abogado Atticus Finch de Matar a un ruiseñor , elegido este mes por el Instituto Americano del Cine como el mejor héroe del cine made in USA .

"Puse todo lo que tenía, todos mis sentimientos y lo que había aprendido en 46 años sobre la vida familiar, sobre padres y sobre hijos", diría Peck sobre su interpretación. "Y puse también mis sentimientos sobre justicia racial, desigualdades y oportunidades".

Fueron causas en las que se implicó más allá de la pantalla. Lo mismo hizo para apostar por la campaña de Harry Truman, para protestar contra la guerra del Vietnam o para defender otras causas siempre marcadas por el progresismo. Siempre, como en su cine, dando muestras de elegancia y discreción.