--Usted ha sido un gran valedor para poner al texto de nuevo en el primer plano del hecho teatral ¿Cómo le surgió la idea?

--Empecé a percibir ese fenómeno y a propagarlo y amplificarlo de alguna manera ya a finales de los años 80, cuando desde el Teatro Fronterizo abrimos en Barcelona la sala Beckett. Empecé a organizar seminarios de escritura dramática y a notar que había una demanda por parte de gente muy joven que se había formado en el momento del teatro de la imagen, del cuerpo, del espectáculo y que reclamaba una vuelta a la textualidad, a la escritura. Esto lo he venido comprobando no sólo en España sino en países de Latinoamérica y de Europa. La vuelta al texto en el teatro es una realidad.

--¿Mantiene usted que el teatro es el arte que menos ha evolucionado en el siglo XX?

--Eso es evidente, si miramos lo que pasó en el terreno de las artes plásticas y de la música, incluso de los otros géneros literarios. En toda la época de las vanguardias el teatro apenas se atrevió con tímidas tentativas que inmediatamente eran recuperadas por el sistema teatral, eminentemente burgués.

--En cualquier caso, sí que se había atrevido a salirse ´fuera del texto´, como se ve

--Precisamente ese regreso al texto, que en los años 90 fue evidente, significaba afincar el texto como motor de evolución, de cambio y de renovación del teatro. El problema es que esos textos, como todavía estamos en un sistema teatral basado en lo que llamo el imperialismo del director, muchas veces no llegan a los escenarios.

--Hay que suponer que no se refiere usted a la palabrería banal del soliloquio tipo ´Club de la Comedia´ ¿no?

--No. Me refiero a un teatro de los años 60, 70 y 80 que no era nada complaciente, ni burgués, el de Bob Wilson o Grotovski, que era muy interesante, pero en el que predominaba lo gestual o lo sensorial. No digo que no existan otros lenguajes, pero para mí que le faltaba, más allá de su impacto, su capacidad de generar otro tipo de reflexión con el texto.

--Los alumnos del IES Avempace le han preguntado sobre la diferencia entre el teatro de Historia y el de la Memoria ¿Cuál es?

--Podría considerarse el teatro histórico como enfático y pretencioso. Como algo impositivo. La memoria es una máquina de fabulación, de imaginación, ya que incide más sobre la vivencia directa y la interpretación subjetiva. En Literatura, la novela histórica, el teatro histórico remiten a un concepto romántico de evocación nostálgica (quizá tergiversadora) del pasado. En el Teatro de la Memoria estos materiales están tratados irreverentemente y con libertad. No importa tanto qué pasó, porque la historia no sólo son los hechos, sino también cómo los vivió gente que los conocían fragmentaria e imperfectamente

--¿Se ejerce en este país una censura sobre la memoria?

--Hay por lo menos un intento de no remover demasiado las cosas, hay un filtrado y una prisa por olvidar que ya se puso de manifiesto en los años de la transición, en ese afán de salir del franquismo y luego de entrar en Europa, cuando se cierne un olvido sobre 40 años de censura y de lavado de cerebro. Hay ahora otra forma de censura, que es la manipulación, la tergiversación de los hechos por parte de los medios públicos. Los telediarios son crónicas de sucesos, de tanto dosificar y falsificar otras cosas. Eso es una censura camuflada y muy peligrosa.

--¿Qué ha querido hacer con su obra ´Terror y miseria en el primer franquismo´, representada por los profesores del IES Avempace?

--Es una toma de partido con los vencidos, que son los que no tuvieron voz ni palabras entonces. Con ¡Ay, Carmela me decían que se podía haber contado al revés. Pero esa versión desde el otro bando ya se había escuchado. Quiero mostrar a las nueves generaciones algo que fue silenciado y advertir de que estamos en un neofranquismo, por la forma de ejercer el poder del Estado que se lleva ahora, sirviendo a muchos grupos de poder. El franquismo no quedó enterrado sino que es una amenaza permanente. peor aún cuando se disfraza.