Hay un Gauguin antes de que el pintor se instalara en Tahití en 1891 y su obra llegara a la mayoría del público sólo con la imagen de mujeres exóticas. Es el pintor que participa del cambio radical que va a experimentar la pintura a comienzos del siglo XX, el que polemiza y recoge enseñanzas de sus contemporáneos y el que influye en futuras generaciones. Esta es la etapa que muestra una ambiciosa exposición en el Museo Thyssen y en la Fundación Caja Madrid, inaugurada ayer por Carmen Cervera, en la que se verán 186 obras hasta el 9 de enero del 2005.

Gauguin y los orígenes del simbolismo es el título de la muestra que hasta su clausura irá acompañada de un ciclo de conferencias sobre el genial pintor francés y un simposio internacional sobre su obra. La muestra, en la que su comisario Guillermo Solana ha estado trabajando cuatro años, consta de casi dos centenares de cuadros y esculturas --cedidas por 65 museos de todo el mundo--, no sólo de Gauguin sino de contemporáneos suyos como Pissarro, Cézanne, Degas, Van Gogh, Picasso o Bonnard.

Guillermo Solana explicó que "lo más importante de la carrera" de Gauguin ocurrió antes de su retirada de Tahití, donde murió en 1903. En los 20 años finales del siglo XIX, como se ve en la muestra, el artista transforma su personalidad de forma paralela a los cambios que va experimentando la pintura, que vuelve a la sencillez después de enredarse en la sofisticación de la segunda mitad de 1800. "En seis o siete años", afirmó Solana, el artista "pasa de ser un pintor de domingo a un maestro consumado".

La exposición muestra también la importante transformación de las vanguardias. Es el momento en que la pintura pasa de estar basada en los sentidos, en las sensaciones a ser una pintura de ideas y mitos.