La premisa de Death of a president (Muerte de un presidente) es ficción, pero todo lo demás --los personajes que protagonizan la película, la controversia que la rodea y la censura que la amenaza-- es real. El falso documental del británico Gabriel Range, premiado por los críticos en el Festival de Toronto y que anoche se emitió por televisión en el Reino Unido, se centra en el asesinato de George Bush y en los hechos que suceden al magnicidio, como el relevo por Dick Cheney y el endurecimiento de la política de Washington en Oriente Medio. Una hipótesis demasiado radical para algunos. Regal Entertainment Group --la mayor cadena de cines de los Estados Unidos de América-- y Cinemark USA --una compañía de Tejas con 2.500 pantallas en 34 estados-- han anunciado que no exhibirán la película.
"Pensamos que es inapropiado retratar el asesinato de un presidente en activo, no tiene nada que ver la filiación política", ha declarado a Hollywood Reporter Mike Cambell, consejero delegado de la cadena Regal. Uno de sus portavoces, Dick Westerling, añadió que la empresa ha recibido "numerosas llamadas y correos electrónicos" de apoyo. Y Terrell Falk, portavoz de Cinemark, justificó su decisión diciendo: "Es un asunto que no nos interesa exhibir".
ESCALADA
El anuncio de las dos cadenas es la última gota en un vaso que lleva semanas llenándose. Ya antes de que la película se estrenara en Toronto, los blogs, especialmente los más conservadores de Estados Unidos, la criticaron. La proyección en el certamen canadiense justo la víspera del quinto aniversario de los atentados del 11 de septiembre era tan esperada que una publicista llegó a establecer un gráfico simil que todo el mundo entiende: "Es como la mujer de grandes pechos con un biquini mínimo en una playa, todo el mundo quiere verla".
Las primeras proyecciones fueron recibidas con cierta frialdad. Críticos como el de Variety aseguraron que "técnicamente la película es excepcional", sobre todo en la combinación de imágenes de archivo con efectos digitales. Pero otros, como el de The New York Times, denunciaron que se trata de "otra película presumiblemente política sin ninguna política de hecho" en la que el director "fracasa al plantear las preguntas más importantes, incluyendo la de si el asesinato puede ser alguna vez justificable". Las consideraciones morales también guiaron al crítico de The Guardian. "La tangible hostilidad de la película hacia su personaje central se convierte en una debilidad dramática", escribió con dureza.
Nada de eso detuvo a Newmarket, la distribuidora que cosechó un impresionante éxito con La pasión de Cristo de Mel Gibson. En menos de 24 horas, la empresa cerró un acuerdo para distribuir la cinta en EEUU, y poco después anunció una fecha controvertida para el estreno: 27 de octubre, poco antes de las elecciones legislativas del 7 de noviembre.
Newmarket defiende que Death of a president es simplemente "un thriller político" y su director, que ya había realizado para la BBC dos aclamados trabajos de ficción con hipótesis plausibles, asegura que la premisa "no es sensacionalista ni gratuita". Range explica que ha usado "la lente del futuro para explicar el pasado" y, en un coloquio en Toronto, se mostró esperanzado en que la película "abra el debate sobre adónde nos llevan las actuales políticas domésticas y exteriores de EEUU". De momento, el debate está vetado en casi 9.000 salas de todo el país.