El público silba al tenor que interpreta al héroe egipcio Radamés y este abandona el escenario. La circunstancia, ya de por sí sorprendente, se enriquece inmediatamente con otro gesto inédito en los anales de la ópera: un sustituto reemplaza al cantante en fuga en un santiamén, pero vestido con lo que llevaba puesto en ese momento: vaqueros y camiseta. Y los silbidos para el primero se trucan en estupefacción para el segundo, que aun así consigue llevar a cabo su cometido de una manera brillante.

La "desagradable anécdota", según la calificó el director de la Scala, Stéphane Lissner, ocurrió en la noche del domingo en el teatro milanés durante la representación de Aida, de Giuseppe Verdi, puesta en escena con fidelidad escrupulosa por Franco Zeffirelli. Pese a ser la primera función para el público general, se esperaba una velada tranquila tras la inauguración de la temporada que tuvo lugar el jueves, fiesta del patrón de Milán. Sin embargo, tras el aria Celeste Aida, una parte del público empezó a silbar al tenor francés Roberto Alagna, acaso para recriminarle unos comentarios desdeñosos sobre los melómanos aparecidos el día anterior en la prensa.

Visto el cariz que tomaba la representación, Alagna abandonó el escenario sin pensarlo dos veces. Al percatarse del percance, el director de la orquesta, Riccardo Chailly, decidió seguir adelante igualmente, "hasta más allá de la señal roja de emergencia", según admitió él mismo. Mientras, Ildiko Komlosi se las apañaba para cantar el dúo en solitario, a la espera de que sucediera algo. La estratagema del director de orquesta funcionó, porque en un abrir y cerrar de ojos el director de escena empujó al centro del escenario a Antonello Palombi, componente del segundo reparto de la ópera.

"¡Radamés viste de Prada!", comentaron algunos espectadores al ver al tenor con vaqueros y camiseta negra. "¡Vergüenza, vergüenza!", gritaron desde el gallinero, sin dejar claro si se dirigían a la espantá de Alagna o a la indumentaria del sustituto. "Expreso mi pesar por lo ocurrido", dijo Lissner al público durante el entreacto. "Entendí que me tocaba salir cuando me cogieron y me arrojaron al escenario", explicó Palombi, que pronto pudo vestirse de Radamés. En la trastienda, el director del teatro escucharía poco después las explicaciones de Alagna. "He cantado en todo el mundo y he cosechado éxitos, pero frente al público de esta noche me pareció estar fuera del mundo; ahí no había un público verdadero, con el fuego y la sangre en cuerpo", se justificó.