Por mucho que los periodistas traten de mostrar de cerca y desde dentro el mundo en el que viven los famosos, apenas acaban reflejando el barniz superficial, el colorido y el brillo con el que éstos hayan decidido posar para la prensa. Sólo aquellas personas que están en el círculo más próximo conocen la fatiga de quien vive todo el día llevando su personaje a cuestas, busca refugio en la intimidad y pide algo de cariño para poder ejercer de verdad como un ser humano.

Joaquín Carbonell conoce de primera mano ese mundo del cantante que va de gira, la emoción de cantar ante 5.000 personas entregadas y el descubrimiento de que la gente sólo envidia lo que hay después de cantar, la fase menos atractiva para el artista. Y con la pluma del escritor que también es periodista Carbonell vuelca su experincia y su sentido del humor en la novela Hola, soy Ángela y tengo un problema (285 páginas) que publica Onagro Ediciones y que se presentará mañana en Zaragoza.

El mundo de los mánagers, ayudantes, músicos, ensayos, viajes, el universo de la farándula mirado con lupa, escenarios, grabaciones, camerinos, hoteles, la indiferencia sempiterna de los técnicos, la cara y la cruz del éxito... Todo va desplegándose a lo largo de la obra, atravesada por la intriga de unas amenazas anónimas que recibe Ángela Reina, la estrella de la canción latinoamericana, de gira por el continente, que pide ayuda a un viejo amigo. Sabino, ajeno a ese mundo, no duda en acudir a su lado y propinar un golpe de realidad y de sentido común a Ángela, que es famosa y rica desde niña.

Esta novela es la continuación de Las estrellas no beben agua del grifo que Carbonell publicó hace cuatro años. Tras un periplo con ella por los institutos, los jóvenes le pidieron una continuación. Una gira del cantautor por Chile, Argentina, Uruguay y Costa Rica le dio los escenarios reales: "Yo espero que los que lean esto, sobre todo los jóvenes, descubran que el éxito no es lo que parece; detrás hay un ser humano que a veces sufre; la creación fomenta la inquietud, la desesperación y la duda".

La novela coloca en el círculo más cercano al artista a algunos personajes ajenos a ese mundo que introducen elementos como la aventura de la gente que madruga cada día para ir al trabajo, lo que cuesta ganar el dinero para pagar una entrada de un concierto o el p´a qué tanto que diría un anciano de Alloza.

Un abogado mayor, que sigue la gira ejerce de taumaturgo: "Se le acepta porque es un sabio. Es el símbolo de la edad antigua, cuando a los abuelos se les escuchaba.". Y un japonés circula en paralelo por la obra como la sombra de la sospecha. El humor de Joaquín Carbonell anda suelto por el libro, a vuelta de hoja, para saltar de repente sobre el lector como el diablo en su caja.