"Cuando suena el órgano en una iglesia el edificio cambia, es cuando se oyen las verdaderas dimensiones del templo". La parroquia de Ibdes, recién restaurada, es como "media catedral", en lo alto del pueblo. Pero recobrará todo su cuerpo interior el 17 de agosto, cuando en plenas fiestas vuelva a sonar el órgano que fue desmontado hace 21 años y que, "tiene los ingredientes de un órgano aragonés", según sus restauradores, Claudio y Christine Rainolter,

Ha sido un año entero de trabajo de artesanía manual en el taller que tiene esta pareja suizo-alemana en Tarazona. Faltaban 600 de los 1.500 tubos, entre el que mide cinco metros y el más pequeño, como un bolígrafo. "Al más grande, de madera, lo forraron en el siglo XVIII con partituras impresas de Cristóbal de Morales, para evitar fugas". Fue una primera sorpresa.

Después, vieron que este órgano, construido en 1734 por Bartolomé Sánchez, conservaba los tubos principales (la fachada, los juegos que forman el plenum), de un órgano anterior, del siglo XVI, y que eran 100% de estaño. El maestro de origen navarro afincado en San Pablo de Zaragoza los había reaprovechado al agrandar el órgano, adaptado al pleno Barroco, incorporando tubos de aleación con plomo.

PIELES DE OVEJA

Claudio Rainolter explica cómo el paso de los años ataca a un órgano: "Lo primero que falla es el fuelle". El movimiento, la acción de ratones y palomas, la presión del aire y la suciedad de dos siglos "convierten las pieles en papel". El de Ibdes conserva los tres fuelles de cuña originales que se accionaban a mano. Iban forrados con piel de oveja.

Los restauradores centroeuropeos han utilizado los mismos materiales "cada fuelle lleva siete pieles de oveja, pegadas con cola de conejo en caliente, como entonces. Lleva mucho trabajo". Ahora se puede accionar a mano, pero se ha instalado un motor especial silencioso.

Cuando fallaba el fuelle y no había aire suficiente, en los pueblos ponían otra piedra encima para subir la presión y acortaban los tubos. "Pero el tubo tiene que tener su medida para sonar y hay que restaurarlos en su dimensión y con planchas de la misma aleación".

Rainolter explica que "como suena ahora, nadie de los que viven en Ibdes lo ha oído". Tiene los ingredientes de un órgano aragonés, diferente del castellano. Dice el restaurador que el órgano se acomoda a la fonética del habla de la gente. Y en los nasardos (registros de más anchura) las flautas y la trompetería dan al órgano aragonés "un sonido brillante, con mucho carácter".

"Se trata de recuperar para nosotros el patrimonio de nuestros antepasados". Todo un conjunto de iglesias, retablos, tallas y órganos han pasado por el plan de restauración iniciado en 1980 por la Diputación de Zaragoza, con la dirección técnica de José María Valero. Actualmente, la DPZ aporta el 60% del coste, por un 30% de la Diócesis y otro 10% municipal.

Los Rainolter llevan restaurados 20 órganos: Los de Salillas, Longares, Santo Domingo de Daroca, el pequeño del Santo Sepulcro de Zaragoza, Cariñena, Muel, Trasobares, San Pedro de los Francos de Calatayud, San Pablo de Zaragoza, Pastriz... Sin contar con el el de San Vicente de Fora, el mayor órgano ibérico que existe, para el Año Cultural en Lisboa de 1994. Están empezando el montaje del órgano de Ricla (en tres o cuatro meses de trabajo) y ya está instalado el de Salvatierra de Esca, que se inaugurará el próximo 8 de septiembre.

El próximo 17 de agosto, el francés Francis Chapelet, dará su concierto en Ibdes con el órgano que salió de la iglesia hace 21 años. No podía montarse en una iglesia en obras, sin acabar, por el riesgo del polvo. Se cumple una tradición de siglos: "El organero es el último que entra en la iglesia". Los vecinos de Ibdes podrán escuchar las verdaderas dimensiones del templo.