"Necesitamos ficciones para sobrevivir y una de las más importantes es la que sustenta el poder", afirma doctamente este antiguo profesor de instituto y fiel jardinero. José Antonio Marina es un artista cultivando flores y ensayos filosóficos. Cada año logra que una de esas reflexiones en las que anda trabajando cristalice en un libro claro y divulgativo que la editorial Anagrama publica y que sus lectores agradecen con la misma puntualidad.

En La pasión del poder, su pensamiento ordena y clasifica el tema del título "que es uno de los que más fascinan a la gente", con una doble vertiente que Marina ejemplifica a partir de una reciente lectura de Maquiavelo en la ciudad de los Medicis: "En la Florencia renacentista en la que vivió se dieron los momentos más refinados y los de mayor crueldad". Este campo de tensiones se encuentra en todos los ámbitos de la sociedad humana y le sirve a Marina para establecer una especie de cartografía de la dominación desde las perspectivas más generales de la política, la religión o la empresa hasta las más íntimas, como las relaciones amorosas, "lo que determina que una pareja tenga o no relaciones sexuales".

LA FUERZA DE LA COACCIÓN

"Tiene poder quien tiene fuerza para coaccionar y quien tiene la capacidad para cambiar las creencias y los sentimientos de los individuos", explica. Y visto así, el poder se sustenta en un pacto por el que aceptamos ficciones jurídicas, políticas y éticas. La nación, acuñada durante la revolución francesa, es algo ficticio, como la religión, o la consideración de que todos somos iguales, dignos o libres. "Un billete de 50 euros parece una realidad, pero no lo es porque ese papel no vale el precio que lleva impreso". Pero naturalmente todas esas convenciones son necesarias para "sobrevivir y construir nuestro sistema de vida. Hay que saber qué ficciones son constituyentes".

Este libro explora los múltiples laberintos contenidos en un laberinto. Fiel a su proyecto sistemático, el autor ha elaborado un tratado sobre el poder y sus dramaturgias. Recuerda que el atractivo de Maquiavelo deriva de su capacidad para hacer teoría a partir de figuras concretas de dominación y en esto copia su figura.

Grandes protagonistas del poder político se dan cita en el libro. Hitler, Napoleón, por supuesto, pero también, el poder "cutre y provinciano" de Francisco Franco, inventor de una teoría del caudillaje sancionada por Dios para legitimarse. Respecto a los líderes que se avecinan, y aunque su figura no figure en el ensayo, Marina ha seguido muy de cerca el ascenso de Barack Obama, "alguien carismático, sin un programa concreto, que apela a los sentimientos del ciudadano". Según su opinión, "si Barack Obama triunfa, y deseo que sea así de veras, será un caso único en la historia, ya que ni siquiera el presidente Kennedy lo consiguió".

Todo es cuestión de poder. Tal como dice la promoción de su libro, hay poder en el sexo y en el amor, en la familia, la religión y la empresa. Marina lo ha reflejado en La pasión del poder.