El 25 de marzo de 1983, Thriller llevaba ya cuatro meses en la calle con notables resultados comerciales, pero Michael Jackson era solo una estrella de la música negra. El salto a la escala icónica comenzó esa noche con el especial de televisión que conmemoró el 25° aniversario del sello Tamla Motown. El pequeño de los Jackson cantó Billie Jean y mostró en primicia su baile moonwalk (paseo lunar) ante 47 millones de espectadores.

Como los Beatles y Elvis Presley a su paso por el Ed Sullivan Show, Jackson se sirvió de la televisión para agigantar su figura mediática, y la pantalla le acompañó cuando, recién nacida la era MTV, los vídeoclips de Thriller se convirtieron en un producto de consumo masivo en buena parte del planeta.

INSTINTO CREADOR

Michael Jackson intuyó bien pronto que una irresistible colección de canciones no hace a una estrella de masas. Son necesarios más aditivos, y él los dio en abundancia. Pero si, en los años 80, Jackson reinó en el pop, fue gracias a la consistencia de sus materias primas: talento para la composición, voz estilizada y una energía vital que traspasaba el tubo catódico ya en sus infantiles (y vertiginosos) shows.

Los discos en solitario de su etapa más tierna pesan poco, pero pronto tomó decisiones: en 1979, con 20 años, rompía con sus hermanos y confiaba su sonido al experimentado jazzman Quincy Jones, excómplice de Sinatra. Off the wall contagió lujuria nocturna y sofisticación. Su relevo, Thriller, fue incluso mejor. Jackson no se dejó intimidar por Jones: cuando un conflicto entre compañías suspendió temporalmente la entente, siguió componiendo y creó algunas canciones, como Billie Jean y Beat it (la pieza central, Thriller, fue cosa de Rod Temperton, exHeatwave, fogueado en Off the wall). Jones bautizó a Jackson como Sabueso afortunado por su olfato creativo.

Thriller consumó la conversión de la música negra en producto pop; una operación ya esbozada por Diana Ross y Stevie Wonder, pero que Jackson capitalizó en una década en la que se dispararían las cifras de vendas de discos globales. Es el trabajo más comercial de la historia: 40 millones de ejemplares, elevados a 100 tras las reediciones. Su sucesor, Bad (1987), fue menos embriagador, pero mantuvo el nivel. Dangerous (1991) e Invincible (2001) subrayaron la tendencia a la baja mientras el Jackson-personaje oscurecía al Jackson-músico.