Hace unas semanas fue Sherlock Holmes, el detective más clásico de todos los tiempos, el que volvió a la palestra cinematográfica en lectura más o menos posmoderna de Guy Ritchie. Esta semana es uno de los personajes prototípicos del género de terror, el hombre lobo, quien goza de una nueva versión. En este caso no hay relectura ni nada que se le parezca, sino un intento tan loable como algo anacrónico de reproducir las señas de identidad más reconocibles de las viejas películas de licántropos.

Y cuando hablo de viejas me refiero tanto a las cintas góticas de la era dorada del cine fantástico de la Universal, en los años 40, como las versiones más espectaculares que se realizaron al alba de la década de los años 80.

El hombre lobo orquestada por Joe Johnston (director), Benicio del Toro (actor y coproductor), Anthony Hopkins (actor), Andrew Kevin Walker (guionista), Rick Baker (efectos especiales de maquillaje), Danny Elfman (compositor), Milena Canonero (vestuario) y Walter Murch (montaje), es decir, un verdadero top ten en las distintas facetas que constituyen una película, remite por igual a los primeros filmes de licántropos protagonizados por Lon Chaney Jr. en la década de los 40, a la personalísima versión de Terence Fisher en los 60, a dos títulos seminales de los 80, Un hombre lobo americano en Londres, de John Landis, y Aullidos, de Joe Dante, e incluso a la cinta protagonizada por Jack Nicholson en los 90, Lobo. Y por tener, hasta posee algún momento que no desentonaría con las abracadabrantes películas de hombres lobo que escribió y protagonizó el recientemente fallecido Paul Naschy.

Mar de dudas

Buenas ideas no le faltan a El hombre lobo, gótica y neorromántica hasta decir basta, pero carece de verdadera consistencia. Tras varios y problemáticos años de preparación y rodaje y una considerable poda en su montaje definitivo, de modo que Joe Johnston (director de Cariño, he encogido a los niños, Rocketeer, Jumanji y Parque Jurásico III, entre otros títulos abonados a la fantasía) no debe de reconocer demasiado el resultado final, la película se estrena instalada en un mar de dudas: no satisface plenamente al fan del género por repetitiva y demasiada ligada a los clichés del relato de licántropos, y tampoco aporta cosas nuevas que puedan servir de reclamo a públicos adolescentes interesados por los clásicos del terror gracias a los vampiros creados por la exitosa y millonaria saga Crepúsculo.

La cuantiosa inversión económica (en torno a los 100 millones de dólares) y la esforzada composición de Benicio del Toro (que cuando aulla como un lobo, lo hace con la voz de Gene Simmons, el cantante del grupo Kiss) no creo que se traduzca en una renovación de la variante de los licántropos, como sí sucedió en los primeros años de la década de los 80.

Con bastante menos esfuerzo ha orquestado Garry Marshall su última película, la coral Historias de San Valentín, un estreno obligado en las fechas en que nos encontramos.

Está cargada de moralina almibarada como si San Valentín fuera el edén, historias entrecruzadas, personajes agradables y personajes idiotas, alguna que otra sorpresa de guión demasiado impostada, un elenco de campanillas que para sí quisieran casi todos los directores (Jessica Alba, Jessica Biel, Jennifer Garner, Julia Roberts, Anne Hathaway y la veterana e histriónica Shirley Maclaine entre ellas; Ashton Kutcher, Bradley Cooper, Jamie Foxx,