Si Álex de la Iglesia se hubiera llevado un Goya en la gala del domingo, sería el de la insistencia. Mil veces pidió a Pedro Almodóvar --enfrentado con la Academia desde hace años-- que acudiera a la ceremonia de este año. La respuesta siempre era la misma: "No, gracias". Y eso que ambos se quieren. Almodóvar se fijó en De la Iglesia cuando este era un desconocido jovenzuelo con ganas de hacer cine. Tanto se fijó en él que le produjo su primera película, Acción mutante (1993). Ni por los viejos tiempos ni por los nuevos. Almodóvar seguía diciendo que no. Hasta que sucedió el milagro. El bilbaíno volvió a insistir y el manchego cedió. ¿Qué le dijo? Pues, una frase que dio en la diana.

Todo se desencadenó la noche antes de la gala. De la Iglesia, desesperado con tanta negativa, realizó una última llamada. "Ven, por favor. Tenemos que dar imagen de unidad. ¿Vas a dar un Oscar y no vienes a los Goya?", le repitió. "Si aparezco, me van a poner a caldo", contestó el director. "Mira, Pedro, el odio ya lo tienes. Con lo que te propongo, solo te ganarás cariño", añadió el presidente de la Academia. Y Almodóvar cedió. Con peros.

"No quiero hablar con la prensa", protestó el manchego. "Pues no lo hagas", añadió De la Iglesia. "Pero estarán allí, en la alfombra", protestó el director. "No te preocupes. Te reservo con nombre falso una habitación en el hotel que hay frente al Palacio de congresos. Y ahí estarás solo. Bueno, con tu hermano Agustín. Nadie más. No te vas a cruzar con ningún periodista", concluyó eufórico el presidente de la Academia, que pensó en dos nombres para la reserva de hotel: Roger O. Thornhill y George Kaplan, personajes de Con la muerte en los talones.

BUENAFUENTE Y SARDÀ Una vez que De la Iglesia colgó el teléfono solo llamó a una persona para comunicarle el regreso del hijo pródigo: Andreu Buenafuente, maestro de ceremonias. "Díselo a Rosa Maria Sardà. A nadie más", fue el mensaje. Y así sucedió. Nadie sabía nada. Ni el regidor, ni el resto de responsables de la gala, ni los invitados. Nadie. Ni siquiera los empleados de El Deseo, productora de Almodóvar.

Almodóvar apareció en el escenario en el último momento, en el turno de entregar la estatuilla más noble, la de mejor película. Nadie daba crédito. La ministra, Ángeles González-Sinde, no pudo cerrar la boca y fue una de las primeras en levantarse. Todo el auditorio la copió y se puso en pie para aplaudir al director, que hace mucho tiempo declaró la guerra a la Academia después de varios ninguneos. El primero, el de Hable con ella (2002), que no fue seleccionada por los académicos para representar a España en los Oscar, aunque, precisamente obtuvo una estatuilla de Hollywood.

Si De la Iglesia se llevó el Goya a la insistencia, Almodóvar conquistó el de la indiscreción al comentar en público otra parte de la conversación con De la Iglesia. "¿Qué pasa si me dan el Goya al mejor guión original por Los abrazos rotos y tengo que salir antes de lo previsto?, le dije al presidente de la Academia. No te preocupes, me contestó, no te lo van a dar. Ese se lo lleva Ágora". Amigos de nuevo, sí. Pero, de momento, Almodóvar sigue sin darse de alta en la Academia. "Al tiempo", desafía De la Iglesia.