UN CLÁSICO EN ZARAGOZA.
Mayall se da un homenaje en la sala Mozart
El veterano músico británico lució un concierto total, ofreciendo el mejor blues del planeta.

Mayall se da un homenaje en la sala Mozart
Vino John Mayall a Zaragoza para marcar una muesca más en la culata de su leyenda. El veteranísimo maestro del blues dejó grabada en la memoria de las aproximadamente mil personas que asistieron al concierto (sábado, en la sala Mozart) una sesión de blues puro en fondo y forma. Casi dos horas de directo orgánico y natural difícil de repetir.
Porque alguno no lograría la excelsa forma de Mayall ni pactando con el diablo. A sus 76 años, vestido con tejanos, camisa vaquera azul y zapatillas blancas, demuestra una plenitud de facultades casi inhumana, que completa con una banda de músicos cuasi marcianos: la afilada guitarra de Rocky Athas, el bajo ambicioso de Greg Rzab, las isotónicas manos de Tom Canning a los mandos del órgano Hammond y la superlativa batería de Jay Davenport. El conjunto, coronado por el propio Mayall con teclado, armónica y voz, borró este fin de semana de un plumazo la actuación anterior de Mayall hace tres años en la plaza de Toros, que, por lo visto, no le llegó a la altura de la bota a esta que contamos en estas líneas.
NUEVO DISCO Fueron casi dos horas de descarga de blues con un público metido en el ajo desde el primer minuto. Comenzó pasadas las diez y media de la noche, un horario ciertamente tardío (algo tuvo que ver, probablemente, que se jugara la final de la Champions). Mayall, sólo en el escenario en primera instancia, decidió exprimir su armónica como entrante. La intención era presentar en Zaragoza su último disco de estudio (y van 57), Thoug, del cual sacó sólo algunas muestras, como es el caso de Nothing to do with love o The sum of somethimg. Cierto es que la factura de este nuevo trabajo gusta al público de Mayall, pero nada hubiera sido igual en este concierto si el británico no hubiese expulsado junto a sus secuaces los clásicos de su prolífica historia.
El público de la Mozart pudo masticar a gusto 13 canciones, entre las cuales Mayall y los suyos desgranaron temas eternos tales como Help me, California, Dream about the blues o Room to move". En todas ellas, rugió la parroquia presente. Mientras, Mayall supo delegar el protagonismo a sus músicos en momentos estratégicos de la actuación. Cada uno tuvo el suyo, todos jugosos para el respetable, si bien el auditorio se rompió definitivamente las manos con la batería apoteósica de Jay Davenport, único componente negro de la formación. Tras doce trallazos de blues, llegó el reclamado bis con All your love, broche que dejó altamente satisfecho al personal, que despidió en pie a mister Mayall y los suyos.
Lo dicho, este concierto quedará bien vivo en el inconsciente colectivo de aquellos que lo paladearon el sábado, al igual que se recuerda todavía aquel que tuvo lugar en los 90 y en el añorado Rincón de Goya.
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