Quién habría dicho hace dos décadas, cuando el descaro de Appetite for destruction estaba fresco y marcaba tendencia, que Guns N´ Roses, un grupo que hacía bandera de la sintonía con la calle, acabaría siendo un modelo de desconexión de la realidad. Por no ser, Guns N´ Roses ni siquiera es hoy exactamente un grupo, sino una tropa de asalariados a las órdenes de Axl Rose. Pero la marca aún pesa y eso explica que haya algo de curiosidad y morbo ante la primera visita de la banda a Zaragoza. Será en el Príncipe Felipe y su aparición está prevista para las 22.00. Antes, a las 20.45 horas se subirá al escenario Sebastian Bach.

El auge de Guns N´ Roses fue, en su día, supersónico: en apenas un par de años pasaron de los clubs a los estadios y modificaron el canon del rock de gran consumo. Lanzaron una opa hostil al AOR, el adult oriented rock de radiofórmula, y al hair metal, el metal de peluquería (de Foreigner a Europe), con su regreso a los riffs stonianos sucios, su ética de bajos fondos y su consumo de Jack Daniels a gran escala. Ejercieron, junto a los rejuvenecidos Aerosmith, de locomotora de una nueva escena de rock duro pendenciero, no metálico y glorificador de un folclore que parecía enterrado: provocación, habitaciones de hoteles arrasadas, periodistas apaleados. Guns N´ Roses fueron unos nuevos Led Zeppelin. Pero lo suyo fue tan rápido que, cuando se descuidaron, el grunge de Nirvana y compañía les convirtió en dinosaurios prematuros. Ellos pusieron de su parte: la jugada de los dos dobles álbumes mellizos (Use your illusion I y II) y su gira de estadios de dos años les convirtieron en aquello a lo que supuestamente se oponían: una superbanda lenta de reflejos.

Esa historia suena hoy muy lejana. Hace 17 años visitaron España en el clímax de su popularidad --también lo hicieron en 2006 en Madrid--, un periodo en el que se han sucedido ismos como el grunge, el hardcore melódico, el nu metal, el rock gótico, el pospunk y unas cuantas tendencias más, mientras Axl Rose daba enésimos retoques a un disco que, cuando vio la luz, se encontró con una clientela cansada de esperar y que ya no se molestaba en disimular los bostezos.

Una aventura cara

Cuando Chinese democracy comenzó a gestarse, hacia 1995, internet era un invento minoritario, no había piratería y los presupuestos discográficos para sus artistas estrella eran galácticos. A Guns N´ Roses les extendieron cheques en blanco y el resultado fue uno de los discos más caros de la historia (13 millones de dólares, 9,3 millones de euros). Pero el coste de esta grabación titánica se expresó también en otros términos. Humanos, por la sucesiva marcha de casi todos los miembros de la banda, incluido Slash. Y artísticos, por la deriva de ese material tallado a medida del ego de Axl Rose y aislado del actual momento y entorno del rock, ya que fue concebido mucho tiempo atrás.

Hoy, de la formación original del grupo solo queda Axl Rose, aunque Dizzy Reed, el teclista, lleva en su puesto desde 1990. Todos los demás integrantes ingresaron tras las convulsiones de mediados de los 90 y más allá. Tres guitarristas, Richard Fortus, Ron Thal y DJ Ashba, el batería Frank Ferrer, el bajista Tommy Stinson (exmiembro de The Replacements) y un segundo teclista, Chris Pitman. Un grupo destinado a construir un sonido grandioso, desviado del refrescante concepto rock´n´roll que le acompañaba en los viejos tiempos. Aunque también habrá tiempo para recordar clásicos.