"Yo lo que quiero es presentarme a un concurso de la televisión cantando". Es el sueño de Alfredo, uno de los protagonistas del documental Vidas inesperadas que Gaizka Urresti está grabando en colaboración con Atades. Alfredo es discapacitado intelectual. Algo que no es un problema a la hora de querer hacer realidad su deseo.

Su mujer, Susana, también participa en el cortometraje. Para ella, lo más importante es que la gente se dé cuenta de que ellos pueden llevar una vida normal: "No somos de juguete, no nos vamos a romper. Los padres tienen que entender que sus hijos, aunque tengan una discapacidad, pueden irse de excursión, tener novios... Que les dejen libertad, que se lo merecen".

Alfredo y Susana, junto a Rubén, otro chico joven que también participa en el documental, trabajan en el Centro Especial de Empleo de Oliver. Es uno de los centros que coordina Atades, donde trabajan 141 personas con algún tipo de discapacidad intelectual, de las 160 que forman la plantilla total. "Adaptamos las actividades a la capacidad de cada persona que trabaja aquí. Cuando les encargas un trabajo, se concentran en él plenamente, y por eso pueden llegar a ser muchísimo mejores que nosotros en sus actividades", explica Félix Arrizabalaga, gerente de Atades. La idea de grabar el documental surgió al programar los eventos para celebrar el 50 aniversario de la asociación. Según Arrizabalaga, querían un vídeo que expresara las vidas personales de los miembros de la asociación, y no la historia de los cincuenta años de existencia.

Nuevo reto

El otro gran protagonista de este proyecto es Gaizka Urresti, el director de cine que ya capitaneó la grabación de Un Dios que ya no ampara, basada en la experiencia de Miguel Mena con su hijo, también discapacitado y con la que obtuvo incluso una nominación a los premios Goya. Los coordinadores de Atades visualizaron este documental y se pusieron en contacto con él. "Queríamos hacer una cartografía del mundo de la discapacidad", afirma Urresti, quien además asegura que es muy fácil trabajar con los actores seleccionados: "Quienes no tenemos ninguna discapacidad trabajamos con una máscara. Ellos no se plantean si van a salir mal o lo que pensaran de ellos, no tienen esa doble vuelta". Así, graban el día a día de estas personas, desde que se levantan para ir a trabajar hasta que acaban el día en una terraza de un bar.

Tampoco hay un guión fijo, porque cada día surgen nuevas historias de los protagonistas, entre los que se encuentran una niña de 6 años inmigrante africana que padece parálisis cerebral o un anciano de 93 años. Puede que Rafael, un hombre de 62 años, les sorprenda con algún capítulo nuevo de sus historias amorosas, o que Rubén les cambie los esquemas con una conversación sobre los recortes.