"La magia la hacen los magos, la ciencia, todos", "la ciencia es reproducible" o "no importan las opiniones sino los experimentos, que son los que dirán qué es cierto y que no lo es". Estas son algunas de las frases que repite Javier Fernández Panadero durante el show que sirve para presentar su libro Experimentos para entender el mundo, editado por Páginas de Espuma. Decenas de niños asistieron ayer a la reproducción de esos experimentos en directo. Por la mañana en Cálamo casi no cabían los futuros científicos, dispuestos a aprender para luego llevar a cabo en casa las pruebas. Por la tarde, en la Fnac.

El libro, que ya va por la segunda edición, incluye casi un centenar de experimentos que además de leer, se incluye un código QR para poder ver al propio Fernández Panadero realizando la prueba.

"La ciencia sirve para ver cómo funciona el mundo", explica el autor; porque cuando "llevas a cabo el experimento y ves que sale, se queda", reconoce. Por eso, quiere acercar a los más pequeños la posibilidad de ver con sus propios ojos y tocar con sus propias manos algo que servirá para conocer el mundo, por eso, "la ciencia no es porque alguien lo diga, sino que el experimento dice que es así".

Maicena, miel, una patata, una pajita, una bombilla, aceite y objetos que hay en cualquier casa son los elementos con los que trabaja Fernández Panadero. Antes de empezar, los niños sentados, observando sin parar, aunque hasta que no van dos o tres experimentos, parecen no entrar en el juego.

LA PATATA Y EL PAPEL "¿Qué cae antes, una patata o una hoja de papel?", pregunta. Y todos responden, "la patata". Y así es. Pero, ¿y si arrugamos el papel para que más o menos tengan la misma forma? "La patata también, porque pesa más", responden los pequeños. "No importan las opiniones", insiste Fernández Panadero. Por eso, al dejarlas caer... lo hacen a la vez.

Para jugar a fútbol, las botas tienen tacos. La ciencia demuestra que si no los llevas te resbalas. Igual que si intentas clavar una pajita en una patata. Si le das con fuerza, lo logras.

Los niños ya aplauden después de cada experimento y el autor los va complicando. Si en una botella echas un poquito de vinagre y bicarbonato sódico aparecerá un burbujeo. Ese recipiente quedará lleno de C02, por eso, si se echa ese gas invisible sobre una vela, se apaga.

Las velas le dan mucho juego a Fernández Panadero, porque la cera arde pero no la sólida ni la líquida, solo el gas; por eso si tú apagas una y la intentas encender justo el humito que despide, se enciende sola. Y también las pajitas, que, además de para beber, se convierten en un instrumento musical solo con hacer un par de cortes en la punta.

Espectacular es también el experimento en el que crea una torre de cinco líquidos que no se mezclan. El primero, la miel; el segundo, el jabón líquido; el tercero, agua; el cuarto, aceite y el quinto, alcohol --con colorante contrasta más--. No se mezclan.

El que más aplausos se lleva es ese en el que el agua se convierte casi en cemento al echar maicena; si metes los dedos despacio, entran, si lo haces rápido, rebotan; es imposible meterlos; y si los introduces despacio y los intentas sacar rápido, es imposible... te llevas el cuenco. Y el que permite meter una bombilla encendida en un líquido sin que explote nada... porque es aceite corporal.

La mayoría de los experimentos son inocuos, pero Fernández Panadero pide que deben realizarse "bajo la supervisión de un adulto responsable y si no... de un padre", dice entre risas.