Un respeto

JOSÉ MIGUEL Martínez

Será casualidad. O no, porque el año pasado se celebró en otras fechas. Ha llegado a Zaragoza, precisamente en al mismo tiempo que el festival gastronómico, una de esas ferias multitudinarias que supuestamente promocionan alimentos foráneos. Y escribo supuestamente, pues es cara y la calidad del género no responde a lo prometido.

El hecho ha provocado ya que varios restaurantes zaragozanos hayan abandonado su gremio ante la pasividad del mismo respecto a dicho evento. Pues no es la primera vez. Cada vez que hay concentración de consumidores --navidades, pilares, sanlorenzos, vaquillas, etcétera-- aparecen en la ciudad estos chiringuitos culinarios --se cuida uno de llamarlos gastronómicos-- para sacar tajada del pastel popular.

Lo mismo sucede habitualmente en Huesca, donde ayer la municipalidad también tuvo que escuchar las críticas de la hostelería, de algún batallador hostelero, ante su laxitud a la hora de autorizar estos eventos.

Y es lícito... siempre que cumplan la ley. Pues habitualmente las condiciones higiénicas y sanitarias de los mismos dejan bastante que desear. Y ni de lejos cumplen las normas --muchas veces absurdas-- que se exigen a los bares y restaurantes para permanecer abiertos.

La hostelería atiende las necesidades de la población, genera y paga impuestos, además de contribuir a animar el paisaje ciudadano. Por ello resulta penoso que se permitan, en estas condiciones, saraos basados únicamente en el lucro, el de ellos y el de los propios ayuntamientos; y si al menos ingresaran mucho para la cantinela del déficit...

No se ven lejanos los tiempos en que la hostelería decida responder ante este tipo de eventos --¡ojo! otros sí están justificados--, acuciada como está por la crisis. ¿Y si decidieran cerrar a lo largo de todo un día como protesta? ¿Qué haríamos? ¿Dónde tomaríamos el cafecito o la caña o, simplemente aliviaríamos la vejiga? Al loro.

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