Vida y muerte bajo el Vesubio

El Museo Británico ofrece una visión única sobre el día a día en Pompeya y en Herculano

BEGOÑA ARCE

Al perro le sorprendió la muerte en la puerta de la casa de Orpheus en Pompeya. Quedó tumbado, con las patas delanteras hacia arriba, retorciéndose en agonía. Aún lleva el collar puesto. Sus dueños debieron salir huyendo, tratando de salvarse de la erupción del Vesubio. En el año 79, el volcán destruyó y al mismo tiempo preservó las ciudades romanas de Pompeya y Herculano, en la bahía de Nápoles. Desde el 1700, sucesivas generaciones de arqueólogos han ido desenterrando calles, tabernas, burdeles, casas intactas, con sus moradores dentro.

El Museo Británico de Londres nos invita desde hoy y hasta el 29 de septiembre a recorrer esos hogares, a entrar en la intimidad de aposentos y alcobas, a fisgonear en las cocinas, a rebuscar en los joyeros. Es una experiencia única, porque muchos de los 450 objetos expuestos nunca habían salido antes de Italia. Única porque podemos ver cómo vivía aquella sociedad próspera, de comerciantes y esclavos, mujeres y niños.

El final es sobrecogedor. Es un shock encontrarse con los cuerpos de quienes murieron en el desastre. Entre los atrapados bajo las cenizas hay una familia. El padre y la madre yacen de espaldas, con los brazos en alto, como intentando protegerse. En el regazo de ella hay un bebé y a su lado, tendido en el suelo, otro niño de corta edad. Aún hoy, se hace un nudo en la garganta al contemplar la escena.

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