CANADÁ

AUTOR Richard Ford

EDITORIAL Anagrama

PÁGINAS 512

PRECIO 24,90 euros

¿Qué decir de novela tan hermosa? El lugar común de la obra maestra o el libro definitivo hace el ridículo cuando se intenta calificar, sí, las ambiciones de un texto tan monumental como un país desierto. ¿Que por qué se titula Canadá? Si piensan en Xanadú o Shangri-La quedarán decepcionados, porque la visión que ofrece Richard Ford de Canadá no es precisamente la del sueño de la tierra prometida o el paraíso perdido que soñaban los inmigrantes que llegaban al Nuevo Continente. Es un lugar donde escapar, empezar de nuevo y reinventarse, pero es tan salvaje e inhóspito como la América profunda. O como la voz desolada de un viejo que pasa revista a su experiencia vital, que mira por el catalejo y encierra en sus ojos el momento justo en que todo cambió, el momento en que sus padres atracaron un banco y convirtieron a sus hijos mellizos en el yin y el yan de aquello que denominamos vida.

La voz de Dell Parsons nos explica la historia de su adolescencia desde la sabiduría de quien está cerca de los 70 pero, sin embargo, la cuenta como si tuviera 16 años, con una modulación tan sutil del lenguaje, con una prosa tan precisa y de una madurez tan inocente, tan repleta de presagios y a la vez tan temerosa del futuro --como si aún pudiera haber un futuro para los pocos personajes que conforman el paisaje de la novela--, que parece imposible que lo que estamos leyendo sea posible, esté impreso en papel. La voz de Dell --primero analizando la disolución de su familia, antes e inmediatamente después del atraco, haciendo hincapié en la relación con sus padres, en entender por qué estaban juntos e hicieron lo que hicieron; y luego en su breve exilio en Canadá, con la violencia pisándole los talones, y la soledad subiéndole como la fiebre, y otra figura paterna apretando el gatillo de la desgracia-- quiere aprender de los errores de los adultos, pero no puede. No ha podido, como se demostrará en un epílogo estremecedor, lo mejor que ha leído este crítico en mucho tiempo.

En la segunda parte da la impresión de que Ford quiere tender puentes, establecer paralelismos y forzar la aparición del lado oscuro de Arthur Remlinger, el un tanto sui géneris benefactor de Dell en su asilo canadiense. Es solo una impresión, dado que toda esa sección parece una puesta en escena para que el Bien y el Mal puros se enfrenten ante los ojos del gran protagonista.